Carlos Franqui y Raúl Castro: «la discusión»
Jorge Ferrer - 16/04/10Categoría: Memoria | Etiquetas: Memoria

Carlos Franqui ha muerto hoy en Puerto Rico.
Desaparecido ya una vez por las tijeras de la memoria del poder, hoy se lo ha llevado el tiempo.
(A la derecha, fotografía publicada por el diario Revolución en 1962, donde Carlos Franqui aparece en el centro de la imagen; a la izquierda, la misma instantánea reproducida en Granma en 1973, sin Franqui ya.)
El saldo de la impronta que la cultura cubana de los últimos cincuenta años debe a Carlos Franqui, desde el suplemento Lunes de Revolución hasta el paso por la Habana del Salon de Mai, resalta sobre la grisura que ensombreció la vida cultural cubana a partir de 1968. No obstante, su condición de oficial del Ejército Rebelde y hombre estrechamente ligado a los primeros años de revolución le negaron el favor del exilio, que tampoco buscó.
Fuera de la historia, de todas las historias, Franqui ha muerto siendo un gran desconocido para la gran mayoría de los cubanos nacidos después de 1959. Para muchos de ellos probablemente no sea más que un personaje recurrente en las páginas de Guillermo Cabrera Infante.
He decidido subir hoy aquí el penúltimo capítulo de Retrato de familia con Fidel (1981), tal vez el libro de Franqui que prefiero.
Leer a Franqui, leer esta despedida de una revolución que hizo pero ya le resultaba ajena y hostil, me parece manera justa de honrar su memoria.
E.P.D.
Discusión con Raúl
Por Carlos Franqui
La recepción duró horas.
Vodka, coñac, whiski, champaña, exquisitos manjares estaban por la libre.
Los tabacones llenaban de humo el Palacio.
Como a las once de la noche, Fidel se retiró. Tenía la mano hinchada del dale que dale. Los ojitos le brillaban. Sus íntimos contaban cómo el Comandante se las arreglaba para estar rodeado de gente y de aplauso. Era su orgasmo.
Ya se veía esa descomposición alcohólica y palaciega de la medianoche.
Un edecán del Presidente Dorticós me dice de pasar al despacho presidencial.
Me extrañó la cortesía.
Dorticós era muy cuidadoso de sus relaciones.
Era el termómetro de Fidel.
Si estabas bien con éste, te llamaba, te hablaba, te sonreía.
Si olía que estabas en desgracia, te ponía en sordina.
Era normal.
El poder es así. Los que están a su alrededor son muy cautelosos.
Dorticós conocía bien a Fidel. No se hacía ilusiones.
De su maestro, Miró, ambos grandes abogados, conocía el arte de las alturas.
Recelé alguna trampa.
En guardia, me dirigí a su despacho.
Allí estaban con Dorticós, Raúl Castro, Che Guevara, Faure Chomón, Vilma Espín, Aleida March, otros comandantes. Flavio Bravo, López y Alfredo Guevara ―el grupo de Praga― y otros ministros y capitanes y doctores.
Raúl Castro, con el alcohol subido, me recibió así:
―Qué dice Accattone.
―Raúl, supongo que en tu casa hay espejos. ¿Te has visto tú, tu cara en el espejo? ―contesté cortante.
Raúl se puso blanco.
El Che, para aligerar, pasó de Pasolini a Fellini.
Dorticós:
―Seguro que te gustan las películas italianas.
―Sí, la Dolce Vita ―agregó Raúl.
Se discutía en aquellos días sobre el cine italiano.
―Sí, la Dolce Vita, de Fellini, me gusta. No me gusta la dolce vita de Palacio.
Cambiando:
―Ustedes no sólo quieren los héroes positivos del socialismo. Ahora quieren aun los héroes positivos del capitalismo ―y agregué―:
―Qué clase de marxistas son ustedes.
―Tú trabajas con los chinos. Eres un pro chino. Tú diriges esa revista que los chinos pagan en París ―dijo con violencia Raúl.
(No había leído la revista que dirigía Verges, abogado de la Reunión, militante franco-argelino, que conocí por Ben-Bella, en mis viajes a Argelia, cuando el líder argelino, por simpatías a Cuba, a nuestro periódico, puso el mismo nombre a un semanario que dirigía Verges, que ahora en París, y con simpatías chinas, editaba una publicación en la que publicó un artículo mío sobre la lucha cubana. Hacía meses que no veía a Verges, de haberme pedido permiso para el artículo lo hubiese dado. No fue así y no sabía nada de la revista.)
―Mira, Raúl, por la revolución china tengo simpatías, entre otras, por su intento de separarse del modelo ruso.
―El Che también colabora en esa revista. Es un pro chino ―agregó Raúl, interrumpiéndome. Y ante mi asombro por la acusación al Che―:
―Tú eres un antisoviético. Tú mismo lo dices. ¿Lo ven? ―afirmó Raúl, acusándome.
(Tuve la sensación de que era un proceso. El odio de Raúl, de los soviéticos, de los viejos comunistas. Del grupo de Praga: Flavio Bravo, Alfredo Guevara, antiguos y permanentes enemigos. Lucha comenzada en la clandestinidad, exilio, Radio Rebelde. Continuada en el 59, cuando el sectarismo y la Crisis de Octubre, que ahora estallaba.)
No me sorprendía.
Me sorprendió la acusación de Raúl al Che de pro chino.
En la primera época eran muy amigos. Verdad que cuando el sectarismo, que Raúl siempre apoyó, el Che se unió a nosotros y comenzó a hacer críticas al modelo soviético, a Checoslovaquia, que como ministro de Industria, le vendió todo lo que no servía.
Verdad que el Che manifestaba simpatías por China, su esfuerzo de caminar con sus propios pies, de crear otro modelo, por su ayuda al tercer mundo. Por la retirada de las tropas chinas de Corea, que Guevara había visitado.
Me pareció grave esta acusación de Raúl al Che. Que se limitó a sonreír irónicamente, sin decir nada.
Me preguntaba: Por qué todo esto. No soy más director de Revolución. Acabo de regresar. Estimulo a Fidel para que escriba para la Feltrinelli un libro sobre la Revolución.
Entonces comprendí.
A esta gente le molesta mi presencia. Pensaba que me iba a quedar. Ah, ah, ah, están furiosos. No se conforman con la destitución.
Es mi desaparición lo que quieren. Ah, ah, ah.
―Eres un antisoviético ―repitió Raúl.
―Mira, Raúl, si los rusos fueran soviéticos estaría con ellos. Con los obreros, campesinos e intelectuales socialistas que proclamaron los soviets. Pero el partido liquidó los soviets, que duraron poco. Tú confundes los soviets con la burocracia. Ése es tu problema. No el mío. ―Y a voz bien alta―:
―Stalin es un enemigo del pueblo. El nuevo Zar. Asesino de millares de bolcheviques, de millones de hombres del pueblo.
―Delante de mí no se puede ofender a Stalin ―gritó Raúl.
―Cuando estuve en Moscú, la primera vez, estaba allí todavía en el Mausoleo. Me cagué en su madre delante de los rusos. Ahora que lo tuvieron que expulsar del Mausoleo, y si puedes, protesta con Kruschov; delante de ti, me cago en su madre otra vez.
La cara blanca de Raúl se volvió más pálida. Echaba espuma por la boca, gesticulaba con violencia, gritaba.
Aquella noche no sentía el miedo, decidí contestar a Raúl y a los otros, decirles unas cuantas verdades cara a cara.
―Es un trotskista ―agregó con astucia de viejo abogado Dorticós.
―No. No. No. Soy antiestalinista, porque soy socialista, lo seré mientras viva. No soy como alguno aquí que ocultaba lo que era. Yo siempre lo dije. Era enemigo y lo soy del Imperio y los imperios. De los poderosos y privilegiados. Estoy por un socialismo humano. El Che, aquí presente, es testigo que así lo expresé a Fidel en la prisión de Miguel Schultz. El estalinismo no es sólo Stalin y no es sólo ruso. Es el poder de la burocracia, la represión contra el pueblo. Las cárceles y los fusilamientos. Las invasiones y ocupaciones: Polonia, Budapest, Praga.
―Pues, te mandaremos al paredón ―gritó Raúl―, y la historia nos absolverá.
―La historia nos absolvió, Raúl, a ti, a mí también, cuando estábamos contra un poder tiránico. Pero ahora eres poder, puedes matar como Batista, pero la historia no te va absolver. Te va a condenar, como condenó a Batista. Así que no me amenaces, Raúl.
―¡Te fusilo!
Entonces, abriéndome la camisa, grité: “¡Tira aquí, si tienes con qué!”
(Con mi vieja capacidad de ver las cosas en dos planos, aquel en el que participaba, el otro arriba, espectador, me parecía estar en una escena de un western a la italiana.)
Absurdamente me estaba divirtiendo.
Tenía la sensación de que un balazo en la barriga no me iba a entrar en el duro pellejo, curtido pellejo, o no me iba a doler. Raúl se calmó y me hizo otra pregunta más sorprendente aún:
―¿Qué piensas del ataque a Palacio?
(Allí estaba Faure Chomón, jefe de aquel heroico ataque, herido él mismo, con casi todos sus compañeros muertos, que habían llegado hasta aquel mismo despacho presidencial, donde ahora gritábamos. Era una provocación contra Faure.)
―Un acto de valor extraordinario, Raúl ―y mirando al hermético Faure:
―Me parece el acto más revolucionario de la historia de La Habana.
»Y para decirlo marxísticamente ―con ironía―, el acto que creó una consciencia en las masas, en la capital, ciudad de dos millones de habitantes.
»El acto de más coraje de la historia de Cuba, que estremeció a la tiranía en su madriguera ―y agregué―: ¿Sabes, Raúl?
―¿Qué cosa?
―Que aquel 13 de marzo yo estaba sufriendo torturas en el Buró de Investigaciones, y el asesino Faget me hizo la misma pregunta que tú, amenazando con matarme: “¿Qué piensas del ataque a Palacio? ¿Tú lo sabías? Si hubieras hablado, cuánta sangre se hubiera ahorrado”.
(No lo sabía. Era el Directorio, no el 26, quien hizo el ataque. No dije entonces lo que no sabía, pude esconder y resistir lo que sabía. Y debía mi vida al bravo Wangüemert, que mientras combatía, levantó el teléfono del despacho de Batista y contestó: “Aquí Directorio Revolucionario. Hemos matado a Batista”. Y el coronel que daba órdenes de matar a los prisioneros en el Buró, que era el que había llamado a Palacio, suspendió la orden.)
Miré al silencioso Faure Chomón, me pareció ridícula y grotesca la escena.
Aquel hombre, que había tenido el coraje de asaltar el Palacio de Batista, no decía ahora una palabra.
Era una provocación de Raúl y no iba a caer en ella.
Pero sentí un poco de pena por él, por los otros y por mí mismo.
Me sentía ahora ridículo. Ironía de la historia. Nunca me sentí héroe. Los héroes me parecen falsos, peligrosos.
Razón tenía Bertolt Brecht.
El Palacio de Raúl no era diferente del de Batista.
No ignoraba los peligros de la situación. Quizás sí sentía el deseo de terminar allí.
Aquella gente ―Raúl, Dorticós, y los suyos― no eran la Revolución. No mi revolución.
Eran el poder.
Lo trágico era que yo estaba allí en su pésima compañía.
Qué mala conciencia necesitar compartir un largo camino con semejantes tipos, por la necesidad obligada de combatir otro imperio, otra tiranía y otras injusticias.
Ahora había que terminar con esta farsa, que como decía Pancho Villa: Se ha vuelto mierda de poder, hablando de otra revolución.
Aleida March de Guevara, con gesto desaprobatorio dijo:
―Me voy, no me gustan los ataques en grupo.
Dorticós volvió a insistir sobre el trotskismo, yo respondí:
―No es la primera vez que discuto violentamente con Raúl, pero no discuto con gente que no hizo la Revolución.
Las quijadas del carapálida Dorticós temblaron. Recordaba las risas de Camilo ente los tiemblaquijadas, como Dorticós y Augusto Martínez, cuando sentían el peligro. Camilo los apodó: comevacas de Palacio.
Dorticós, el abogado de los hacendados azucareros, que discutía con los sindicatos obreros en su nombre, el vice decano del Colegio de Abogados, el más burgués y respetado de Cuba, a quien la policía de Batista, único caso, mandó en un avión para México, pocos días antes de la caída del tirano.
―Usted está ofendiendo al Presidente ―contestó, blanco y retórico, Dorticós.
―Aquí el único ofendido soy yo ―contesté.
Habían pasado horas en este encuentro. Se habían dicho cosas terribles, de consecuencias incalculables. Pero me sentía tranquilo, calmado. El Che y Aleida se iban. Guevara, el otro, y Bravo ni me miraban.
―Para terminar si alguno quiere prestarme máquina y chofer, yo por suerte ya no tengo, me lo dice. Es tarde, no hay taxis. Pero no hay problemas. Puedo irme a pie, que una caminadita va bien. Adiós y buenas noches.
Bajé el ascensor de Palacio.
Vi un carro que se acercaba. Pensé: A lo mejor voy preso. Pero me dije, no. Fidel no estaba aquí y sin su aval no se atreverán a hacerme nada.
El carro palaciego me dejó en L y 23.
Prefería ir allí que a mi casa que estaba sola, encontrar amigos periodistas, escritores italianos y franceses, hospedados en el Habana Libre.
Estuve un rato con ellos.
Me sentía inquieto. Necesitaba caminar.
Pensar.
Pensar con los pies es mi forma de caminar.
Caminé.
Fui al mercado.
Ya no existía el viejo mercado tropical, donde noctámbulos, borrachos, los que terminaban de trabajar, tomaban una sopa china de tiburón. Sopa levantamuertos. Afrodisíacos: huevos de tortuga, ostiones, sal, tomate, limón; donde los pescadores fracasados, engañadores, encontraban un buen pargo, serrucho, langostas o camarones, que llevar a sus preocupadas mujeres.
La fruta desaparecida.
Las flores desaparecidas.
¿Dónde están?
El mercado socialista era una cosa vacía, burocrática y fea.
La ciudad se haitianizaba.
Era sorprendente ver gallinas, guanajos en los balcones.
Jardines cultivados, solares yermos sembrados de lechugas y tomates.
En otra época, menesteres de chinos. Ahora, oficio de todos.
La erosión del mar destruía las paredes de las casas que no se pintaban.
Comenzaban las primeras colas del día, largas filas de gente, buscando pan o el cafecito que no se encontraba.
El antiguo malecón parecía un cementerio.
Ni una luz ni un letrero lumínico.
Los automóviles desaparecían. Autobuses pocos. Taxis menos.
Mujeres con cubos de agua.
No dormí.
Amanecía.
Paseaba por el malecón, como en otros tiempos. A sentir el mar, ver la luz, los fulgores de la ciudad de mañana, caminando.
La fresca brisa.
Cuando el sol cortante me dio en la cara, fue como si despertase de una pesadilla.
Comprendí la enormidad de peligros que me acechaban.
Un condenado en espera de que se cumpliese la sentencia.
Aquéllos eran mis enemigos.
Ese poder no era la Revolución ni el socialismo.
Era sólo el poder ruso-castrista.
Me decía: si siempre lo supe, de qué debo extrañarme. Pensaba. Veía en mi memoria, como en un viejo film, el tiempo proyectado, no descubría salidas. Sí quizás al comienzo de enero del 59.
Cuando bajaba a Santiago y me sentía extraño a todo aquello.
Cuando Fidel decía que sentiría nostalgia de la guerra.
Yo no.
Intuía que iba a sentir nostalgia del futuro.
Y aún antes, cuando se nos planteó el dilema Batista o Fidel.
La otra solución era no luchar.
Para mí imposible.
Sí. Sí. Sí.
Todo ha cambiado.
Pero ahora, a la luz del sol y de la mañana y la calle, redescubría a la gente, las guaguas, casas, el trabajo, las cosas, la ciudad.
No. No. No. No había cambiado nada.
Arriba sí. Abajo no.
El nuevo poder en los palacios y privilegios.
El pueblo a trabajar y obedecer.
Tomado de Carlos Franqui, Retrato de familia con Fidel (Barcelona, Seix Barral, 1981, pp. 464-473)
Interesante Jorge..que temprano sacaron sus garras estos stalinistas y que pena no haberselas cortado entonces.
….este fragmento me recordo a tu entrevista con el heroe ese del mariel…la misma valentia ,no se dejaban pasar una y a cualquiera le decian sus verdades en la cara….yo no se como los hermanos castro han podido durar tanto con tanto guapo que se le enfrento????….o sera que eso solo es literatura de ficcion????
Murio Carlos Franqui y aun fidel sigue vivo
o casi vivo, que … es lo mismo, pero no es igual.
Carlos Franqui, que lucho por lo que creia y continuo haciendolo cuando vio que no era lo que creia, no es un personaje de ficcion que creo su propia leyenda, sino uno personaje de carne y hueso, que siempre hizo, con o sin razon, en lo que creyo.
Que en paz descanse.
Justo es recordarlo -a través de sus libros- para que no se nos borre la memoria histórica.
La Biblioteca cubana de Barbarito está de luto.
Hay una máxima que es la que se cierne con respecto al Tirano Mayor (se puede incluir , también, al tirano menor).
Desear que envejezcan, tal y como lo hacen. Los que han partido, descansan en PAZ. Ellos, vivos y envejecidos, viven en guerra y nunca descansarán.
De acuerdo con “Nombre”, sobre la “valentia” de estos “heroes”. Tanta opocion al “imperio y los imperios” y termino viviendo y muriendo en una posesion del imperio, una sucia colonia como Puerto Rico.
Ademas, bastante que escribio y defendio Carlos Franqui a la “revolucion”, lo que ocurre es que creen que todo el mundo pierde la memoria:
“Cuando la Revolución más ordenada, más pacífica y más humana del mundo subió al Poder, convocó a la Nación y le preguntó qué debía hacer con los principales criminales de guerra.
El pueblo dijo sí, pidiendo su ajusticiamiento. Periodistas, abogados, sacerdotes; todos dijeron sí.
En la ‘Operación Verdad’, también dijeron sí, los periodistas honestos de todo el Continente.
Pero la Revolución que no es fría, maquiavélica ni calculadora, que pudo fusilar a los criminales de guerra en una semana, por la convicción material y moral de sus crímenes, prefirió el procedimiento del más amplio y exhaustivo derecho, con todas las oportunidades para el acusado, basado en el concepto de la mejor justicia: que ni un solo inocente fuera ejecutado, aunque los juicios demoraran meses y la campaña de calumnias y aislamiento contra la Revolución cubana se desatara con la mayor violencia.
Hoy puede decirse con satisfacción: Ni un solo inocente ha sido castigado. Incluso algunos culpables han sido puestos en libertad por falta de pruebas (…)”
Carlos Franqui, editorial de Revolución, 19 de marzo de 1959
Adios Franqui, que descanses en paz, si es que puedes (que lo dudo).
No jodas Ferrer,
Mano eso lo escribio muy temprano en el juego, tres meses después del triunfo de Fidel.
A mí no me preocupan los juicios sumarios y los fusilamientos al otro día, no entonces sino ahora con los tres negritos que secuestraron el remolcador. Creo que los cubanos somos tan ruines, al igual que los chinos y la mayoría de Letrinoamérica, que se necesita esa justicia inmediata. Fíjate los narco traficantes en México. No hay manera de acabar con ellos sin pena de muerte, los mandan para la carcel y viven mejor que afuera. Si yo fuera Calderón contrataría a Raúl para que terminara con los narcos – también los chinos lo pudieran hacer pero cobrarían más – y en tres meses arreglan el asunto.
Lo que sí me desespera es el pantano económico en que el gobierno de La Habana ha metido a la isla. No hay manera de librarse de esa arena movediza sin permitir la iniciativa privada. ¡Ojalá que los barberías sean un primer paso!
Luz y Progreso.
En “Retrato de familia…”, Franqui,( que tenía acceso a los archivos secretos para negociar con Feltrinelli la biografía del tirano), publicó varias polémicas: la de Che Guevara con René Ramos Latour, la de Oltuski con el argentino, e incluso las discrepancias de éste y Hart. Por todo eso, que llegaba clandestinamente a Cuba, pero que circulaba de mano en mano, somos muchos los que tenemos que recordar y agradecer a Franqui ese aporte. Ayudó a destrozar la historia oficial y ya con eso -en mi opinión- se reivindicó.
PURO DE CARMINA (8)
Pero ¿De qué coño se reivindicó? ¿De oponerse a la dictadura de Batista que quebró la párvula democracia en Cuba? En el 59 existían efectivamente esbirros. La pena de muerte no era tan mal vista como lo es hoy en ese entonces. Si hubo excesos, que parece que los hubo en la Cabaña del Ché, Franqui no tenía por que estar al tanto de ellos. Si a algunos les parecen demasiado 9 años para distanciarse del proceso a otros les ha tomado mucho más. Que delirio cubano de juzgar al otro, si en las gentes que rodeaban a Cristo cuando dijo “el que esté libre de pecados que tire la primera piedra” hubiera habido un par de cubanos, la adúltera del evangelio hubiera perecido bajo una montaña de piedras.
‘Franqui ha muerto siendo un gran desconocido para la gran mayoría de los cubanos nacidos después de 1959.’ …Gracias Jorge x tu escrito, es cierto para mi como para muchos cubanos ‘Franqui es un desconocido’…ahora no, ha muerto y lo acabo de descubrir gracias a ti…
León Tusao
Yo no sé si tu sabes del montón de fusilamientos en la misma Sierra Maestra, mucho antes que los de la Cabaña y otras provincias. No solo era el Ché el “ajusticiador”. Lo eran muchos y no hay que hacer la lista de nombres. Si hubo esbirros asesinos, también hubo juicios sumarísimos de tres minutos y luego el paredón. Recuerda que el Comandante Pena se suicidó cuando Fidel Castro revocó el juicio que él presidía contra los pilotos de la Fuerza Aérea. Sí, hay que reivindicarse del apoyo a aquella “justicia revolucionaria”.
Tu simil cristiano de “la primera piedra” es muy conveniente para los que quieren que se diga cuando aquella pesadilla termine: “Caballeros, aquí no ha pasado nada”.
Franqui tuvo la honestidad de defender muchas injusticiasque pudieron evitarse, gracias a su influencia Virgilio pudo regalarnos páginas maravillosas, gracias Franqui y ojalá tu nombre no se borre de nuestra historia, estoy seguro de que no pasará.
http://castrocastra.blogspot.com/
PURO DE CARMINA, Ok Gómez PLata. Al menos tu postura es bien congruente con tu seudónimo. Y no vamos a desviar la cuestión al tema de los fusilamientos. En deplorar aquella fiesta de “paredón alegre” por doquier, estamos de acuerdo. En definitiva era y son gentes que se creen Dioses (Fidel, Raúl, el Ché) y no hay acción mejor para sentirse tales que disponer de la vida de seres humanos.
Ligar a Carlos Franqui, y en ocasión de una nota necrológica, con los fusilamientos de la Sierra y el triunfo de Fidel resulta obsceno. Franqui fue un hombre de la cultura y la intelectualidad con un pensamiento social propio y al que fue consecuente. Por eso me pareció fuera de lugar. Que en marzo del 59 defendiera al proceso del que todavía no se había desengañado no me parece algo execrable de que reivindicarse. Fueron gentes que supieron de las torturas y asesinatos de que fueron víctimas sus compañeros de lucha contra Batista, que por una causa u otra se torno muy sangriento en los últimos meses del 58. No creo que Carlos Franqui sea una figura para asociar con los fusilamientos.
Lo que habrá que decir cuando todo termine ha de supeditarse a la construcción de un futuro con todos. La transición española ha sido modelo en ese sentido y precisamente puros, como tú, pretenden hoy en día resucitar la guerra civil y en su acometida taladran las instituciones del estado de derecho. Son gente siempre prestas a tirar piedras.
Leoncito Tusao
En mi primer comentario nunca hablé de fusilamientos, sino de que Franqui logró reivindicarse. Quien metió el ruido de los fusilados fuiste tú y solo se los achacaste al argentino de la Cabaña. Ahora dices que es obsceno hablar de eso. Franqui no se viró en el 59 como Huber Matos sino después del Salón de Mayo. Yo no lo critico, al contrario, pienso que se reivindicó. Si no fuera así gente como tu podría afirmar que nada pasó en aquellos años. No es verdad, y hay que decirlo.
Y no me pongas a España como modelo de transición, con toda la jodienda que hay armada con lo de la Memoria Histórica. Es decir que todavía están saliendo los muertos a flote de ambos bandos.
Me opongo a la guerra civil en Cuba y acusarme de eso solo se le puede ocurrir a alguien como tú que en la discusión salta de palo para rumba.
Quiero que sepas, ya que estás fuera del habla cubana crees que lo de “puro” es como lo de la conspiración de los militares contra Batista. Negativo, asere, lo de “puro” equivale a “pureto”, anciano, gente vieja, que tiene hijos y Carmina es la mía. Y no quiero que ella aguante la “baba” de viejos como tu (o yo) que quieren dárselas de bárbaros y de que se las saben todas.
Punto final.
EVERYBODY, el asunto de los fusilamientos lo trajó inicialmente “No jodas Ferrer” (6) por lo que la “reinvidicación” del de Carmina vino a llover sobre mojado.
Leo e intento escribir en español, y “puro” de pureza no es ningún antiquismo ni extraviada acepción. La jerga cubana pasa entre nosotros por lenguaje coloquial. No soy ajeno a ella, pero en primera instancia leo español .
Aquí el único con poder para poner punto final es Ferrer.
Dónde me puedo conseguir este libro Carlos Franqui? Es parte de una historia que los cubanos que estamos fuera no hemos podido leer antes.
León Tusao
Yo no sé si tu sabes del montón de fusilamientos en la misma Sierra Maestra, mucho antes que los de la Cabaña y otras provincias. No solo era el Ché el “ajusticiador”. Lo eran muchos y no hay que hacer la lista de nombres. Si hubo esbirros asesinos, también hubo juicios sumarísimos de tres minutos y luego el paredón. Recuerda que el Comandante Pena se suicidó cuando Fidel Castro revocó el juicio que él presidía contra los pilotos de la Fuerza Aérea. Sí, hay que reivindicarse del apoyo a aquella “justicia revolucionaria”.
Tu simil cristiano de “la primera piedra” es muy conveniente para los que quieren que se diga cuando aquella pesadilla termine: “Caballeros, aquí no ha pasado nada”.
Genial dispatch and this fill someone in on helped me alot in my college assignement. Thanks you as your information.
Nacido en un cañaveral, hijo de una familia campesina, logró entrar en una escuela vocacional, donde se unió al Partido Comunista de Cuba. Aunque obtuvo una beca para continuar estudios universitarios en La Habana, prefirió convertirse en un organizador profesional para el Partido a los veinte años de edad. Después de organizar con éxito células en varios pueblos rurales, rompió con el Partido y se convirtió en un izquierdista no-afiliado.
Para ganarse la vida, comenzó a trabajar de periodista, donde su voraz lectura le proveyó una educación mucho mejor que la que habría obtenido en la universidad. Durante esta época, se envolvió en varios movimientos literarios y artísticos, desarrollando amistades con importantes figuras, tales como Guillermo Cabrera Infante, Wilfredo Lam y otros. Tras el golpe de Fulgencio Batista en 1952, se envolvió con el Movimiento 26 de Julio, dirigido por Fidel Castro. Esto le supuso ser arrestado y torturado por las fuerzas represivas del gobierno. Cuando fue liberado, pasó al exilio en México y Florida, pero pronto fue reclutado por Castro y enviado a la Sierra Maestra donde dirigió Revolución, el periódico clandestino de la guerrilla, y su estación de radio Radio Rebelde.
Al triunfar la Revolución cubana en 1959, fue nombrado director de Revolución, que se tornó en un periódico oficial. Sin embargo, mantuvo un criterio independiente frente al gobierno, lo que le costó la eventual destitución de su puesto. Partió a Europa, donde se convirtió en una especie de embajador extraoficial del gobierno cubano para las ramas del arte y la cultura. Allí conoció artistas e intelectuales tales como Picasso, Miró, Sartre, Calder y otros. Organizó el Salón de mayo de 1967 en La Habana, donde los principales artistas del mundo presentaron obras.
Su actitud disidente le hizo continuar teniendo problemas con el gobierno. Eventualmente, logró salir de Cuba con su familia y establecerse en Italia, sin romper oficialmente con el régimen. La ruptura formal se produjo en 1968, cuando firmó una carta condenando la invasión soviética de Checoslovaquia.
Después de su exilio definitivo, su producción literaria aumentó marcadamente. Escribió varios libros históricos sobre la Revolución cubana, incluyendo El libro de los doce, y Diario de la revolución cubana. Otra faceta de su producción son varios volúmenes combinando poesía y artes gráficas, en colaboración con Calder, Miró, Antoni Tàpies y otros, varios tomos de poesía, y varios libros de arte, algunos editados en italiano bajo seudónimos.
Continuó su campaña contra la represión en Cuba y otros países. El gobierno cubano oficialmente lo catalogó como traidor y lo acusó de estar relacionado con la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Sin embargo, muchos exilados cubanos lo rechazaron por su papel activo en la revolución