Ben Smith se hace un lío en Politico [1] con el anuncio de cierre de campaña de Marco Rubio. Tanto que cierra con la plasmación de una duda hiperbólica: «This may be the first time Barack Obama has been compared to Fulgencio Batista», escribe.
A mí me ocurrió otro tanto, aunque haciendo otra lectura de las palabras de quien, si las cosas no se tuercen y las musas le son propicias, podría convertirse algún día en el primer presidente de los Estados Unidos de origen cubano.
El discurso de Rubio es de una simpleza extraordinaria, de esas que allanan el camino a los pedestales de la política contemporánea. Su estrategia, sin embargo, se basa en una magnífica hibridación de los puntos fuertes de Ronald Reagan y Barack Obama. ¡Que ya es bastante!
Pero lo que me sumió en delicioso lío, iba a decir, es su manera de tratar la «excepcionalidad» cubana, que niega en redondo, en favor del «American exceptionalism», que vindica y defiende.
Aun cuando no cabe sacarle punta a grafito que no la requiere, pues parece bastarse muy bien con sus curvas romas, quién sabe si no volveremos algún día a este anuncio cuando evaluemos las relaciones por venir entre los EE.UU. y Cuba.
Cuando el devenir inexcepcional de ambos países sea el discurso y la norma.