¡Esas deliciosas estampas del postcomunismo!
¡Cuánto conviene atenderlas! Y no digo para conjurarlas, no. Digo, porque así gozamos la condición diacrónica del prefijo «post».
Atiéndase al delicioso espectáculo que proporciona a los súbditos del postcomunismo soviético la caravana de vehículos que acompaña a Ramzan Kadyrov, conspicuo cacique [1] de la comarca nombrada Chechenia.
Démonos prisa, oigan, en contar los agravios, y en contarlos bien, porque puede que mañana, atontados con el prefijo ganado como juguete nuevo, contemos coches (estos ¿setenta y cuántos?) como esos muchachos que jamás pertenecieron al KOMSOMOL ni saben lo que ese acrónimo decía y escondía.
h/t: Drugoi [2]