El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acaba de autorizar el uso de la fuerza [1] para poner fin a la sangría que vive Libia. Y a la aún mayor que la espera, si Muammar al-Gadafi recupera el control del país.
Ay, mamá, ¡deben estar ardiendo los teléfonos de tantos amantes de la paz, de tantos enemigos de la sangre inocente derramada! Los de aquellos mismos que se desgañitaron con el “¡No a la guerra!” [2] cuando los Estados Unidos intervinieron en Irak, porque, ay, faltaba el visto bueno de Naciones Unidas, ¿se acuerdan? Eran legión los súbitos amigos de Saddam Hussein, aquel tipo tan simpático que apuntaba siempre al cielo con sus Kaláshnikov de oro y gastaba bigotes.
Pero ahora tenemos a dictador payasesco, asesino, homófobo y requetemisógino ganando terreno a sangre y fuego en las pantallas. Al-Jazeera, esa televisión tan bonita [3] que es a la Alianza de las Civilizaciones [4] lo que Sarah Palin a la extinción del oso pardo, que diría el pacifista, lo enseña urbi et orbi.
Tan solo faltaba que Naciones Unidas diera el visto bueno. ¡Y ya lo ha dado! [5]
Tiemblen Movistar, Vodafone y Orange aquí en esta España que se desvive por la paz y la concordia universales. Ahora mismo deben estar procesando toneladas de esemeéses con el “¡Sí a la guerra! ¡Pásalo!”
Es verdad que aún no me ha llegado ni uno, pero subo este post y me pongo a ello, que va y las decenas de millares de activistas se han quedado embobecidos con el cierre de temporada de Cuéntame [6]…
Allá voy, y súmese todo biempensante: “¡Sí a la guerra! ¡Pásalo!”