(Jorge Semprún): Más memoria, más nosotros
Jorge Ferrer - 08/06/11Categoría: Memoria

Hoy ha muerto Jorge Semprún. Se trata del último escritor en lengua española que vivió y narró el horror totalitario en Europa. Hace poco más de un año escribió un artículo que publicó el diario El País donde explicaba las razones de su última visita a Buchenwald, campo en el que pasó dos años.
Un magnífico artículo, donde piensa a Europa, la corriente y la por venir, desde la cruel impronta que en ella dejaron los dos horrores del s. XX que padeció: el nazismo y el estalinismo.
Léanlo entero, pues aquí solo les copio unos párrafos. (De contra, para quien no haya pasado por ese libro, las cien primeras páginas de El largo viaje.)
Ahí, en un antiguo campo de concentración nazi convertido en prisión estalinista, es donde debemos celebrar la Europa democrática. Contra todas las amnesias.
…el 11 de abril estaré en Buchenwald, en la explanada en la que se pasaba lista a los prisioneros, para tomar la palabra durante la ceremonia conmemorativa de la liberación del campo por parte de los soldados estadounidenses del Tercer Ejército del general Patton. He aceptado la invitación que me han hecho…
¿Por qué lo he hecho, por qué motivos?
Por una razón principal, de la que derivan todas las demás, que son complementarias: porque es la última vez. Quiero decir, desde luego, la última vez para mí. Dentro de cinco años (las conmemoraciones oficiales, probablemente para subrayar su solemnidad, se celebran con un ritmo quinquenal), en el 70º aniversario del descubrimiento y la liberación de los campos, yo ya no estaré.
Por última vez, pues, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré aquí, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su grisácea insipidez -que en este caso concreto son la misma cosa-, por última vez, diré lo que creo que tengo que decir.
¡Se comprenderá que no quiera perderme semejante ocasión!En primer lugar, la explanada de Buchenwald, bajo el viento glacial del Ettersberg -un viento de una eternidad mortífera, que sopla sin cesar, incluso en primavera-, es un lugar idóneo para hablar de Europa. Porque Buchenwald fue un campo nazi hasta abril de 1945. Los últimos deportados, partisanos yugoslavos, salieron de él en junio de ese año.
Ahora bien, el campo volvió a abrirse en septiembre con el nombre de Speziallager n° 2, campo especial número 2 de la policía soviética en la zona de ocupación rusa.Fue en 1950, tras la creación de la República Democrática Alemana (RDA), cuando el campo se cerró y se transformó en lugar para el recuerdo. Pero hubo que esperar a 1989, a la caída del Muro de Berlín y el imperio soviético y la reunificación democrática de Alemania, para que Buchenwald pudiera asumir sus dos memorias, su doble pasado de campo de concentración sucesivamente nazi y estalinista.
Es, por tanto, un lugar ideal, único, para reflexionar sobre Europa, para meditar sobre su origen y sus valores. Para recordar a los jóvenes visitantes -miles cada año-, a los estudiantes del mundo entero que hacen allí cursillos de historia, que las raíces de Europa pueden encontrarse en ese lugar, en las huellas materiales del nazismo y el estalinismo, contra las cuales, precisamente, se inició la aventura de la construcción europea. Unas huellas visibles a simple vista: en lo alto de la colina, la chimenea achaparrada del crematorio, apagada para siempre, recuerda a las decenas de miles de muertos del campo nazi, a quienes encontraron su tumba en las nubes, como escribió Paul Celan. Al pie del Ettersberg, en cambio, en los límites del antiguo campo de cuarentena, un joven bosque plantado por las autoridades de la RDA oculta las fosas comunes en las que están sepultados, en desorden, anónimos, los miles de cadáveres del campo estalinista.
(…)
Cuando todos los testigos -deportados y resistentes- hayan desaparecido, pronto, de aquí a unos años, permanecerá todavía una memoria viva, personal, de la experiencia de los campos de concentración, una memoria que nos sobrevivirá, que es la memoria judía. El último que recordará, mucho después de nuestra muerte, será uno de esos niños judíos que vimos llegar a Buchenwald en febrero de 1945, evacuados de Auschwitz, después de haber sobrevivido milagrosamente al frío, el hambre, el viaje interminable en vagones de mercancías, con frecuencia a la intemperie, para dar testimonio en nombre de todos los desaparecidos, los náufragos y los escapados, los judíos y los goyim (los no judíos), las mujeres y los hombres. ¡Larga vida al tornasol judío que refleja toda nuestra muerte!
De Semprún he leído dos libros desgarradores, “La escritura o la vida” y “El largo viaje” en que nos muestra, desde su óptica de prisionero sin el mas mínimo de los derechos, la fragilidad y la impotencia de quien es victima de un sistema que más despreciarlo no lo veía siquiera – fuera la razón racial o política — como un ser humano y son de los libros que han fortalecido mi convicción antitotalitaria, tome este totalitarismo la justificación que tome.
Mis planes de leer “Viviré con su nombre, morirá con el mío” se han retrasado por diversas causas, hoy me prometo que será el próximo libro que lea.
Poco a poco se irà comprendiendo que el fascismo (y su extrema violencia, el nazismo) procede directamente del comunismo. No que el fascismo sea una variante del comunismo, sino que el fascismo brota del comunismo como un hermano gemelo. Hermanos enemigos. Enemigos a muerte. Y que no hubo una guerra entre dos totalitarismos, el fascista y el comunista, sino una guerra del ùnico totalitarismo contra la democracia.
Esta guerra contra la democracia, es decir contra lo que lleva vida, serà sin fin.
Jorge Semprun en este sentido fue plenamente un hombre del siglo XX, doblemente herido. Herido por el comunismo y por su hermano gemelo el fascismo.
Pero sobre todo, Jorge Semprun fue un hombre “engagé” fisicamente. Fisicamente. Es exactamente el intelectual que ya no existe: hoy blablatean y ofrecen còmodamente a la muchedumbre consignas de voto. “Les assis” como decia Rimbaud. Los sentados. Sur leur cul.
A pesar de todo, Jorge Semprun no podia salir de una vision ideologica, como toda su generacion. La muerte de las ideologias, sin embargo, es la noticia mas luminosa, màs positiva que haya acontecido politica y culturalmente- sino desde un punto de visto civilizacional- desde la revolucion francesa. La muerte de las ideologias es el gran acontecimiento positivo del siglo XXI, algo que para la generacion de Semprun resonaba como una marcha fùnebre. Pues no, hay que considerar este acontecimiento como una gran posibilidad abierta, como una fiesta de jazz.
El fin del socialismo es posible, despues del fin del fascismo. Falta por destruir lo que queda todavia de socialismo, ese fondo de melancolia de una Arcadia perdida, de una salvacion general de la humanidad, de un futuro de ilusiones, ni tan siquiera de utopia, y de mañanas que cantan; para volver a la palabra liberalismo en su sentido pleno heredado del siglo XVII y regenerado por las Luces y la Revolucion de 1789. Esto ya no es ideologia ni socialismo, es sencillamente una organizacion de la sociedad humana basada sobre la palabra libertad.
A Jorge Semprun y a su generacion les faltò analizar estas consecuencias de lo que un filosofo llamò post-modernidad en marcha desde los años 60. No hay de que culparles, ya bastante tarea tuvieron para luchar contra el totalitarismo comuno-fascista. Pero si podemos culpar, y hasta responsabilizar de la bajeza de espiritu de nuestra epoca, a esta generacion nueva de analfabetos sentados sobre sus interpretaciones escolasticas.
A Jorge Semprun lo vamos a extrañar…
Ah, y les recuerdo lo que Semprun decia:
“Yo no me considero victima del franquismo, las victimas son las que sufrieron pasivamente, pero como yo luché contra el franquismo no soy una victima sino un actor del proceso historico”.
Lo vamos a extrañar…
Post-modernismo, fin de las ideologías; no se porqué — en algunos contextos — esto me hace recordar la frase de Hermann Goering: “Cuando oigo hablar de cultura quito el seguro de mi Browning”. O aquella de “dentro de la revolución todo…”
Jorge, permíteme una aportación que matiza mucho los elogios (generales) a Jorge Semprún. Son del escritor Juan Pedro Quiñonero (Una temporada en el infierno): Semprún, nazis y comunistas en Bunchenwald 2. Recomiendo leer todos los artículos anteriores de Quiñonero al respecto, cuyas entradas se pueden encontrar al final de sus posts sobre Semprún de ayer y hoy. Se ha silenciado mucho en España la tarea de kapo rojo de Semprún en Bunchewald, y ahora, con su muerte, el humo del inciensario vuelve a velar esas partes oscuras. Ese episodio de su vida, que nunca asumió y siempre silenció, le valió también tragedias familiares, como la ruptura con su hijo y su hermano Carlos.
Saludos cordiales.
Más: Diario ABC: Muere Jorge Semprún, por J. P. Quiñonero
Juan Pedro Quiñonero nacido en 1946, critica — mas que criticar acusa — a Semprún que vivió la Guerra Civil, sobrevivió los campos de concentración nazis, fue opositor activo, como miembro del PCE en la clandestinidad, contra Franco, fue expulsado del PCE en 1964 por oponerse a la línea de Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo y Ministro de Cultura bajo el gobierno socialista de Felipe González.
Más allá de eso Semprún fue conciencia critica del horror de los campos de concentración, laureado guionista de cine, primer escritor no francés designado miembro de la Académie Gouncort.
En fin que Semprún tuvo en su larga y fructifera vida muchos amigos, enemigos, admiradores y debe también haber despertado la envida en muchos; no será esa envidia el leit motiv de los ataques de Quiñonero?
Léete bien, quien quiera que seas tu mismo, sin apriorismos,”todo” lo que dice Quiñonero sobre Semprún. Lee, por ejemplo (y creo que aquí es pertinente mencionarlo), como jamás criticó lo más mínimo a Castro (ni otras dictaduras comunistas).
Por otro lado, te aseguro que Quiñonero, a quien no conozco personalmente pero a quien sigo desde hace tiempo, no es ningún envidioso, todo lo contrario, és de una humildad que a veces hasta resulta chocante en el mundillo periodístico y literario (cosa de la que carecía, por cierto, Semprún).
Al reportarlo aquí, lo hice como aportación para contrarrestar los elogios desmesurados, a veces hechos por desconocimiento de todos los datos. Y no se trata ni mucho menos de una acusación de ignorancia a mi admirado Jorge Ferrer, simplemente pasa que no todos lo sabemos todo porque no podemos leerlo ni contrastarlo todo, yo la primera.
No creo que lo que se han hecho sean “elogios desmesurados” a Semprún – al que tampoco conocí mas allá de su obra y su biografía — y sin entrar a valorar la posible humildad de Quiñonero parece haber en sus escritos, además de posibles “prejuicios ideológicos”, un tufillo de envidia.
En cuanto a Ferrer no considero que ud haya hecho acusación alguna de ignorancia, ni creo que el no conozca la biografía de Semprún.
Además reconozco, que más alla de cualquier valoración, ud tienen el derecho a tener su opinión y los demás la nuestra.