(Fragmento de) Una entrevista sobre el Holocausto, el estalinismo y más
Jorge Ferrer - 17/02/12Categoría: Entrevistas, Literatura

El portal Cubaencuentro publica hoy la extensa entrevista que me hizo Alejandro Armengol con motivo de la publicación de El libro negro y más. Hablamos de muchas cosas —el Holocausto, el estalinismo, la censura, Cuba— y allá remito para la lectura de toda la entrevista.
Aquí les anoto apenas unos fragmentos.
Toda la entrevista AQUÍ.
Entrevista a Jorge Ferrer (fragmentos)
(…)
¿Qué nos dice El libro negro que no conociéramos con anterioridad sobre los crímenes de los nazis?
JF: El Holocausto se ha convertido en una suerte de suceso pop desde hace mucho tiempo. Desde los stalag —las novelas pornográficas ambientadas en los campos de concentración que fueron tan populares en el Israel de la década de los sesenta— hasta películas de éxito espectacular como La lista de Schindler o La vida es bella. Theodor Adorno se preguntaba en clave moral por el cómo escribir poesía después de Auschwitz, pero la cultura popular nos sirve ya al Holocausto en píldoras que cada buen vecino puede consumir hoy en el confortable salón de su casa. En Love and Peace, la película “rusa” de Woody Allen, un ruso ultramontano le muestra una foto de un judío vestido de rabioso negro a un niño y cuando este le pregunta si todos los judíos son así de sombríos le replica que no, que los judíos alemanes visten a rayas. ¡A ver quién se resiste a sonreír ante ese gag!
La trivialización del Holocausto nos hace a todos cómplices del horror, pero la ignorancia de la magnitud de ese horror no nos exime de culpa. De ahí que sean tan relevantes los testimonios de la barbarie nuda, por pedirle prestado el adjetivo a Giorgio Agamben. Naturalmente, me felicito que los Diarios de Anna Frank sean lectura escolar en un tercio del mundo o de que Primo Levi haya sido leído por generaciones de lectores, como otros tantos supervivientes del Holocausto, aunque en menor medida, desde Jean Améry hasta Imre Kertész. Pero El libro negro es otra cosa; es, en cierto modo, “la cosa”: centenares de testimonios recogidos allí mismo, en las tierras que padecieron el horror, entre 1943 y 1946, es decir, antes de que dispusiéramos de una narrativa del horror, antes de que tuviéramos una gramática para contarlo o una metafísica para condenarlo. Son los testimonios de gente sencilla o sofisticada que acaba de asistir al horror y lo cuenta como si nadie lo hubiera contado antes, porque nadie lo había hecho. Llevo años leyendo testimonios de los supervivientes y créeme cuando te digo que jamás, ¡jamás!, había enfrentado tal dimensión prístina y originaria del horror.
(…)
Permíteme saltar a otro tema y a otro autor, Leszek Kolakowski. Recuerdo que en una ocasión colocaste en tu blog un ensayo de Kolakowski, Alabanza del exilio, que tiene este párrafo: “Uno se siente tentado a decir que en gran medida fueron los antisemitas (siempre que no utilizaran en el debate argumentos como las cámaras de gas) quienes capacitaron a los judíos para conseguir tantos logros magníficos, y que lo hicieron privándolos del acceso a la seguridad moral e intelectual que ofrece la pertenencia a una tribu —francesa, polaca, rusa o alemana— y abandonándolos a su suerte en la posición privilegiada del outsider”. ¿Compartes ese punto de vista y consideras que se te puede aplicar a ti y a los cubanos exiliados en general?
JF: Por principio, me niego a tratar el tema del Holocausto rebajándolo a cualquier comparación con otras experiencias totalitarias como la cubana, por funesta que sea esta última para nosotros. Hace muchos años un buen amigo me contó una anécdota que nunca me abandona. Paseaba con una joven judía por La Habana y la llevó a la Sinagoga de la calle Línea. Después de la visita, ya en la calle, hablaban de la persecución a los judíos en la Alemania nazi y mi amigo le dijo con esa frivolidad de la que a veces hacemos gala los cubanos: “Sí, igualito nos pasa a los cubanos que no estamos con este gobierno”. Ella le miró a los ojos y le dijo con voz rota, pero firme: “No vuelvas a decir esa tontería jamás. Porque cada vez que la digas habrá miles de personas que dejarán de creer que a ustedes los hostigan”. Conviene recordar esa admonición que fue a la vez protesta y consejo.
Pero tomo nota de tu “saltar a otro tema” y ahí voy, dado el brinco.
Kolakowski apunta, en la cita que anotas, a la adversidad como vía de excelencia. A la desgracia del outsider convertida en suerte del creador. Como exiliados, emigrados o expatriados, según a cada cual le corresponda, los cubanos hemos confrontado la misma dinámica que los otros largos millones de personas que viven en países distintos del que nacieron. La vindicación de una cultura propia y la tentación de asimilarnos han corrido parejas con la voluntad de denuncia de una situación política en la Isla que a muchos nos repugna y el deseo de desgajarse definitivamente de la realidad del país, volverle la espalda, crearnos una vida en la que Cuba sea más una marca blanda que un doloroso estigma.
Siempre he dicho que considero una lástima que algunos cubanos hayan comprado la cultura de la queja para justificar la desazón que produce la huella cultural de nuestro exilio. Sobre todo porque así la demeritan. Ha habido de todo, como de todo hay en todas partes. Pero el exilio cubano puede ufanarse de haber conservado la pluralidad artística y política que define a Cuba tal como yo la entiendo. Toda reducción de Cuba a paisito de mármol me resulta ajena.
(…)
Consideras aún que la Diáspora es algo más que un mero desplazamiento: “es una palabra que alude a un merecido castigo que se debe vivir a un tiempo como realización de un destino, como expiación y como tránsito”. ¿En este sentido cuál es la culpa que estamos expiando los cubanos?
JF: Eso escribí en el ensayo que aporté a aquel libro excelente que fue Cuba y el día después, coordinado por Iván de la Nuez hace ya diez años. Allí intentaba situar el discurso sobre la noción de Diáspora en una perspectiva cubana. Su título, “No se invita particularmente”, procede de la esquela que publicó un diario barcelonés invitando al funeral de José Antonio Saco cuando murió aquí. Lo velaron a unas pocas manzanas de mi apartamento.
La culpa que expiamos los cubanos es la que misma que acecha a todos los hombres que se han visto involucrados en una guerra. La de no haber sabido dotarnos de un marco de convivencia que excluya pogromos y paredones, “actos de repudio” y odios prestados.
Eso sí, y El libro negro enseña muy bien esa feroz distinción, víctimas y victimarios están situados en las aceras opuestas de la calle del dolor: a unos corresponde reparación; a los otros, desprecio.
De contra:
La Agencia EFE me hizo otra entrevista sobre El libro negro que aparece en diversos medios. Por ejemplo, AQUÍ.
Hace unos 20 anos una anciana judia que sobrevivio un campo de concentracion nazi tambien me dijo algo parecido al “No vuelvas a decir esa tontería jamás. Porque cada vez que la digas habrá miles de personas que dejarán de creer que a ustedes los hostigan” cuando parecio entender que yo comparaba la trajedia cubana con el Holocausto judio. Sabias palabras que se me grabaron como aquel numero tatuado en el brazo de la senora.
La pedantería, tan de la mano de la carencia, se desborda en esta entrevista.
[…] Explico en detalle el por qué en esta entrevista. […]
[…] sobre El libro negro en ETDLV: Entrevistas: una y dos; reseñas; fragmento de El libro negro; cubierta de la tercera edición. Share © […]