La Revolución de los Pestillos: una rebelión a la inversa para Cuba
Jorge Ferrer - 29/01/11Categoría: Cambios en Cuba, Castro & Family, Transición | Etiquetas: Agua corriente

El castrismo reparte un lema a sus corderitos cada vez que los convierte en lobos para acosar a los disidentes que se manifiestan en las calles.
Es bien conocido el espantoso mantra: «¡Esta calle es de Fidel! ¡Esta calle es de Fidel!», chillan.
Hay un buen chiste apoyado en ese eslogan, cuya autoría, de estar firmada, desconozco. Es el de transeúnte que ve pasar a grupito de alborotadores castristas sobre el calamitoso pavimento de La Habana y sorteando los charcos pestilentes al grito de «¡Esta calle es de Fidel!» y pregunta con toda inocencia: «Chico, si la calle es de él, ¿por qué coño no la arregla?»
En estos días Túnez y ahora Egipto muestran que tomar las calles, las de Ben Alí o Mubarak, basta para conmocionar un régimen dictatorial, empujarlo a la renuncia —Ben Alí— o a reformas que transformen de veras el paisaje social —eso si Mubarak consigue aguantar después de su promesa de reformas que escuché hace unos instantes, lo que dudo.
Salir a la calle es ganarla, pues. Lo fue en Dresden o en Timisoara ya antes. Y ahí paro para no hacer la historia muy larga.
Esta tarde conversaba sobre el asunto con colega catalán que ha viajado a Cuba un par de veces y de pronto me iluminó —dicho sea con alarde humorístico.
—Pero ¿qué van a tomar las calles los cubanos si se pasan el día en ellas? —me espetó—. Siempre los veo jugando dominó en las aceras, bebiendo ron en los muros, el del Malecón incluido, las jineteras por todos lados. ¡La calle ya ustedes la tienen, así que búsquense otra solución! —concluyó entre risas.
Me iluminó, dije.
Y sí, oigan, ¿no será mejor que los cubanos se encierren en sus casas, ya que la calle se la reparten con «Fidel»?
Por probar, digo. Una revolución por ocupación inversa. Se encierran, pasan el cerrojo y a aburrir a la policía. Como aquel efecto que se le presumía a la bomba de neutrones, ¿recuerdan? La ciudad intacta y desierta.
Va y Castro II acaba pidiéndoles de rodillas que lo derroquen. Va y matan al régimen de aburrimiento.
Que por probar no quede, oigan.
No ganaremos para esos modernos bautizos de rebeliones con nombres de flores o colores, pero no creo que le hagamos ascos, de tener éxito, a lo de «Revolución de los Pestillos».
¿La rebelión de las flacas?
¿Qué les parece lo de Túnez, lo de Egipto, lo de Yemen…?
Lo que está pasando allí demuestra, una vez más, que los pueblos oprimidos tienen una forma de quitarse la bota de encima: rebelándose, superando el miedo, actuando valientemente, robándole la calle a los tiranos, poniendo los muertos que sean necesarios, en fin echándole huevos. El debate no es si vamos o no a Cuba; el debate es si hay o no cojones. Y por lo que se ve (cuentapropistas, resolvedera, exilio, trajinar al turista, esperar por los “cambios”, aguantar en silencio, no buscarse problemas, mucho reguetón, chivatería y todo lo que todos sabemos), con muy poquitas excepciones, los cojones brillan por su ausencia. Empezando por nosotros, los que nos fuimos; que conste.
Vaya, Jorgito, te mencionan: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/01/27/cultura/1296139988.html
Y sin que sirva de precedente, porque la estadística demuestra abrumadoramente que eres un chorro de plomo, esto te quedó simpático.
La verdad es que no encuentro nada simpático el comentario del catalán. ¿”Los cubanos” siempre están en la calle jugando dominó y tomando ron? Le faltó que siempre comen arroz con fijoles negros y que fuman tabaco. Para completar la estupidez.
¡Bárbaro el post Jorge! Mi abuelita, que aun vive en Cuba, siempre me decía que los cubanos somos muy aguantones y me lo ilustraba de esta manera: 400 años y un poquito a los españoles, casi casi una década a Batista y 50 años a los Castro.
¡No sé qué mierda nos pasa! ¿Qué tenemos en la sangre?
Es cierto que algunos nos arrancamos de Cuba buscando una mejor vida, buscando la esquiva libertad. Pero también nos fuimos cansados de la chivatería, la doble moral y la pendejá que muchas veces nos dejó solos con exigiendo por derechos.
¡Y aquí estamos!
Y una buena noticia: Después de tanto luchar, pelear, reclamar, exigir mis hijos están aquí a mi lado ¡Los disfruto al máximo y ellos están felices!