Vuelvo a leer, boquiabierto y estupefacto: «Cuba estudia permitir que los cubanos residentes viajen al extranjero como turistas»
Y una vez más, enternecido, lloroso: «Cuba estudia permitir que los cubanos residentes viajen al extranjero como turistas»
Dios bendito, ¡qué felicidad me embarga, snif, qué orgullo siento por esos benévolos dirigentes que se disponen a «estudiar» si permiten viajar a sus súbditos después de medio siglo entretenidos en resolver los enigmas del Universo! Snif. ¡De cuánta generosidad hacen gala! Snif. ¡Cuánto desvelo por el pueblo que los vitorea a cada oportunidad!
¡¡¡Van a «estudiarlo»!!!
Solo me queda rogarles que no se den prisa en el «estudio» de materia tan ardua. ¡Imaginen de qué recóndita ciencia se trata! La de permitir que un cubano cualquiera, así porque sí y tan solo porque le venga en gana, pueda viajar al extranjero sin antes pedir permiso a sus gobernantes.
Tan solo de pensar en lo trabajosa que será esa ciencia, en las insondables dificultades metafísicas que entraña, en las poco menos que insolubles dificultades de orden práctico que plantea, se me ponen los pelos de punta. De hecho, no creo que nadie se haya atrevido antes a abordar reto de mayor envergadura epistemológica.
Pero hete aquí que, y vuelvo a leer, mientras las lágrimas me corren por las mejillas, «Cuba estudia permitir que los cubanos residentes viajen al extranjero como turistas»…
Gracias y mil gracias, benévolos dirigentes. «Estudio, trabajo y fusil», cantábamos, ¿se acuerdan? Pues, bien: ya le llegó la hora al «estudio». Poco a poco, que dice Castro II, va y llega la hora del fusil.
Ahora lo han vuelto a hacer. Juan Wilfredo Soto García falleció en un hospital del centro de la isla a consecuencia de una paliza recibida unos días atrás. No murió, como Zapata, tras una huelga de hambre. Los esbirros actuaron esta vez de forma activa. No murió porque lo dejaran morir: murió porque lo golpearon llevándolo a un estado clínico que acabó en fallecimiento. Lo asesinaron.
Raúl Castro lleva cuatro años gobernando Cuba. Y ya se ha cobrado las vidas de dos opositores. Un hecho revelador amén de monstruoso. Si la persecución del gobierno de Cuba a sus opositores discurría por cauces incruentos desde hace décadas, ahora se suman dos muertes en poco más de un año y nada hace pensar que estas no acaben arracimándose a medida que avance —es un decir— la adecuación del «modelo cubano» al neocastrismo.
La muerte de Juan Wilfredo Soto García no es un mero accidente producido por el exceso de celo de un par de esbirros. Bien al contrario, es una siniestra manifestación del neocastrismo. Uno donde el celo represor se desbordará con fuerza de marea criminal.
Volveré pronto sobre el asunto. Ahora apenas les doy la mala noticia: la muerte ha visitado por segunda vez a la oposición cubana porque va a quedarse a vivir con ella. A matarla a ella.
Fotografía: Los hijos de Soto García en su entierro. Cortesía de Yoani Sánchez @ Twitpic. Hay más.
Bin Laden mira a Bin Laden. El tipo estudia el resultado de su alocución. Se pregunta, cabe suponer, el efecto que tendrá sobre sus seguidores y sobre nosotros, las víctimas a asustar: «¡Uhhh, que te mato, kafir!»
Se pregunta, como cualquiera que se mira en un espejo: «¿Luzco bien?» Es el terrorista Narciso a la vez que el metemiedo en la duda. El CEO de una empresa en la ruina. Es una parodia de Bin Laden en la que aparece Bin Laden.
¿Que querían fotografía del psicópata con túnel abierto en el cráneo? Esto es superior, es mayúsculo: es su cráneo enfrentado al efecto catódico; «craneándose» el tipo, que diríamos en cubano.
El set es penoso. A uno se le ocurre enseguida llamarlo «guarida». Esos cables que cuelgan. El desmañado electricista que conectó esto y lo otro. Un amateur al servicio de quien nos modificó la entrada en el siglo XXI que nos prometíamos feliz. Nosotros aquí con iPad y demás tabletas, mientras un vejete enturbantado y con técnica setentera nos aguaba la fiesta. ¡Y ni conexión a Internet tenía!
Fiesta esa sí y en toda regla este making off de las bravatas en Al Jazeera del hijoputa. ¡Zappeando el bobo!
Y un poco de decepción y un tanto de vergüenza, porque vaya mierda de enemigo y vaya enemigo de mierda.