Para desdramatizar hay que descubanizar
Jorge Ferrer - 18/07/12Categoría: Cambios en Cuba, Memoria, Poscomunismo

Para desdramatizar hay que descubanizar. Para recobrar el sentido de la realidad uno debe antes desalojar toda esa cosa falazmente llena de taínos, mambises, próceres republicanos, barbudos, revolucionarios y exiliados. Si queremos que nuestro relato sea legible y verosímil, ¡ni un cederista ni un buscavisas más dejando su rastro de baba por sus páginas!
Escribir y actuar, ¡ja!, en serio. Despojarnos de esa cosa plañidera que llamamos «Cuba», sobre todo cuando la apellidamos «martiana». Esa es la vía de excelencia. Recuperar el origen —el Ursprung dicho a la nietzscheana y heideggeriana manera. Convencernos de que el origen de nuestro relato no está ni en Espejo de paciencia ni en «Nuestra América» ni en La historia me absolverá ni en los carteles del ICAIC o la Tricontinental. Como su telos no tiene estación de llegada en la «transición», el «socialismo inamovible» o la ciénaga del postcomunismo. (Ciénaga de Zapata sería un hashtag de mal gusto, ya sé, por lo de aquel muchacho.)
Hay que salir a buscar el origen en las esquinas donde no lo hemos buscado antes o lo hemos buscado apenas y a regañadientes. Reinventar nuestra tradición amparados en un paisaje donde no estamos ni estuvimos, pero que podamos habitar alguna vez. He ahí la cifra del post- (comunismo, castrismo) y la sisa de su manga ancha en la que cabrán los sujetos de la comparsa por venir. Una manga de aire, una manga de agua. El imperio del flí.
De muestra, un botón. Scarface, la de Howard Hawks y 1932 es más cubana que Scarface de Brian de Palma —ñangárico Oliver Stone mediante— y 1983.
Si alguien me preguntara que quiere decir Ferrer en este post diría — tomando prestada la frase de Cristinito Hernández — te lo diré con solo tres palabras:”no lo sé”.
Aunque después de mucho leer y cavilar me pareció que Ferrer nos dice que debemos olvidarnos de toda nuestra historia — la buena y la mala — algo así como aquello de “rompiendo las tradiciones” de que una vez nos habló el castrismo y que trajo como consecuencia que si a un cubano de menos de cuarenta años le preguntan cual es el plato nacional cubano no sabría decidirse entre la pizza o la masa cárnica.
Si ese fuera realmente el punto de vista de Ferrer no lo comparto, yo creo que nuestra historia es la que es y debemos reconocer que ni Cuba surgio el 1ro de enero de 1959, como algunos nos dicen, ni desaparecio ese dia, como otros nos quieren hacer ver; y mientras no comprendamos eso mal estamos.
Sr. Ferrer hoy sí que me ha tocado la fibra sensible, Paul Muni es uno de mis actores preferidos. Poco agraciado pero con una capacidad camaleónica increíble, lo mismo hacía de gangster, que de soldado ruso o de hombre injustamente condenado a una chain gang.
El telos está claro, pero ¿cuál es la techne?
Yo mismo, “no lo se” delicada manera, no tengo idea de quien es Cristinito pero el tipo esta claro.
No capté el mensaje, ni la mayor cubanidad de la versión del 32. Cuando entonces los cubanos no habían colonizado Miami. Nada que suscribo a “YO mismo (1) o mejor todavía a Cristinito , de el mensaje de Jorge: No lo sé.
Ya entiendo, si la versión del 1932 es mejor que las del 1983, entonces Gerardo Machado es mejor que Cagastro I.
Uno da vueltas y vueltas hasta que llega a ese punto, Jorge. Entonces uno se siente más ligero, más sereno, más abarcador. Más evacuado. Sales no del clóset, sino de una letrina. Y te percatas que sembrar boniatos en el desierto del Sahara no tiene por qué ser un disparate antropológico.
Ferrer quiere que abandonemos el relato ilustrado de la patria, y que nos zambullamos de una vez en lo post-moderno. Interesante postura, pues el relato del régimen cubano es, de por sí, el lenguaje de la ilustración y por tanto del modernismo. La libertad proclamada por la modernidad ha fracasado; los ideales de la revolución francesa de igualdad, fraternidad y libertad, fracasaron en las dos guerras mundiales, y las vanguardias fueron precisamente el lenguaje de la desilusión y de lo post-moderno. Ferrer propone abandonar ese modelo inservible y dar un salto de fe, crearnos y recrearnos constantemente. Generar transformación. ¡Saludos!
Pues creo que la propia debacle del castrismo traerá a las nuevas generaciones, tanto en Cuba como en el exilio, un poco de lo que Ferrer propone. Se comienza a notar el cansancio y el rechazo a tanto cubaneo “epopéyico” de mártires y próceres. Ni Cuba es “la tierra más hermosa que ojos humanos vieron” ni la yuca con mojo es una delicada exquisitez.
Ya la cosa martiana, por esa “intemporalidad” que niega al mismísimo tiempo, va por el suelo.
Imagino que si Zeus hubiera sido cubano todavía le construiríamos templos, aunque fueran con techo de guano.
¡Pobres pero limpios!, como gritaría cualquier digna y enardecida ama de casa.
Un gran post de Jorge. Profundo.
Porque en el fondo de esto se trata, de despojarnos para volver a nacer, renacer.
Me parece que Cuba necesita una nueva inocencia. En el sentido nitzscheano:
¨Es solamente la inocencia del devenir que nos da el coraje más grande y la más gran libertad¨.