Disidentes con vocación suicida —la de Zapata, el «ganador», consumada— arriba, con gran diferencia; exitosos deportistas abajo, con la misma.
Naturalmente, estos votos carecen de cualquier valor representativo. Ni siquiera, a juzgar por las estadísticas de visitas a ETDLV, son representativos del sentir de quienes acuden aquí.
Y afortunadamente nada significan, oigan. Porque si lo hicieran es que el embarque sería, me temo, definitivo.
Descontando los sentimientos, claro, (aquí) esos lindos animales de patriótico peluche.
En los últimos diez días me he visto unas siete veces sentado en torno a mesas en las que se me ha preguntado qué perspectivas le veo a la situación de Cuba en el año que comienza.
La he expresado. Y casi juraría que cada vez en idénticos términos.
¡Ay, pero ese «casi»! ¡Ese adverbio que echa al traste toda ciencia sobre el asunto, aunque sea ciencia tan dudosa como la astrología aplicada al castrismo!
Convendría estudiar cómo influye la ingesta de ciertas comidas en nuestras bien provistas mesas del exilio cuando de dedicarle la sobremesa al régimen se trata.
¿Se ve igual desde aquí la Cuba de 2011 tras espalda de cordero al romesco, pierna de cerdo asada o salmón marinado sobre lecho de canónigos y escoltado por alcaparras y arbequinas?
¿Se la ve lo mismo entretenido el paladar con caldos de la Ribera del Duero, el Priorat o la Borgoña?
La niebla de la distancia afecta, ya se sabe. Pero ¿y los vapores del gusto?
¡Decidido!: esta noche me voy a la cama con Brillat-Savarin a ver qué se raspa ahí para cubanólogos.
Entre otras incontables bondades de los canales que permiten subir segmentos de video a la Internet y hacerlos de dominio público, la publicación de materiales rodados en Cuba por turistas, sobre todo por los cubanos que viajan allá desde Miami, le permite al voyeur asomarse a las calles de la isla y escuchar a sus gentes hablando «en privado».
Admito que soy un fan entregado de esos por lo general breves asomos a la realidad, estampas de barrio cuyos personajes —que muchas veces no han visto Youtube o Vimeo en sus vidas— regalan al curioso.
Así, por ejemplo, esta brevísima escena llegada al Tubo hace unos minutos que recoge mensajes de muchachos de en torno a los quince años destinados a, tal vez, la madre de uno de ellos o acaso un vecino que ya «se fue»: sus deseos y su idea, nada sofisticada, del sistema político en el que crecen.
No se trata solo de que esa sea Cuba también, sino de la certeza, avalada por la espontaneidad de los actores, de que esa es más bien Cuba.