Emanaciones de Juan Abreu: un prólogo
Jorge Ferrer - 26/08/22Categoría: Exilio, Letra impresa, Libros, Literatura | Etiquetas: Emanaciones, Juan Abreu, Prólogos

He tenido el enorme placer de escribir el prólogo al segundo volumen de las Emanaciones de Juan Abreu. Recoge las entradas del blog homónimo publicadas entre 2012 y 2015.
El volumen, publicado por la editorial Hypermedia, es el segundo de las Emanaciones. En este enlace se pueden encontrar estos y otros libros de Abreu.
Diario de un duelista
Por Jorge Ferrer
Me dispongo a escribir estas páginas cuando Juan Abreu está organizando su archivo personal y va compartiendo fotografías de sus primeros años en los EEUU después de escapar de Cuba hace cuatro décadas. Como tantas marcas del pasado, tantas señales del hombre que asoman de repente, estas fotos arrojan mucha luz sobre las páginas escritas. Todas muestran a un joven atractivo, con una sonrisa de oreja a oreja, un punto de saludable insolencia y una general satisfacción, la de haber escapado, la de poderse convertir en cualquiera de las cosas que elige para sí un hombre libre, siendo sólo una de ellas la de ser un artista. La labor de construcción de un artista, que en Juan fue aparejada a la de un hombre libre, está manifiesta en cada una de esas fotografías en solitario, junto a Reinaldo Arenas o cualquiera de los otros que integraron, llevados por una marea de éxodo, la Generación Mariel, una generación con nombre de puerto de partida y, a diferencia de Ítaca, sólo y nada más que de partida.
Las emanaciones se pueden leer sin reparar en esos antecedentes. Es decir, sin tomar en cuenta la metódica fabricación de uno mismo, el desarraigo voluntario, la voluntad de ser libre a toda costa. Y se lo leerá con provecho. Pero sabiendo quién es el hombre, de qué arcilla está hecho, qué mimbres han trenzado su carácter y, sobre todo, cómo ha llegado a una experiencia con la escritura que es a la vez fervor y desasimiento, pasión y conquista, se las lee mejor. He comprobado, no obstante, que aún sin esos precedentes, la nota de cata que resulta de su lectura es en todos los casos rica en matices intelectuales y organolépticos.
Emanaciones, un proyecto de escritura que Abreu inició en el año 2008, toma su nombre de las «emanaciones de una rutina» que aparecían en el título de Gimnasio, libro que publicó seis años antes. Emanaciones es la exposición en un río de tinta del transcurso del ánimo, la honda superficie de la vida: las pasiones y la desgana, las lecturas laboriosas y la contemplación serena, la rabia y el sosiego. Y es también el resultado de la voluntad de dejar escrita la vida, que es la principal pulsión de todo diario íntimo, porque escribirla es vivirla mejor, más hondamente, ponerla a prueba. Y es también la única garantía de exponerla y entregarla a la memoria. Dejarla a esa posteridad que Juan dice le importa un pito, pero que ronda a los hombres, aun a los más desasidos, como nos ronda la muerte de la que esa posteridad, en tanto extensión postiza de la existencia, sería la única salvación. ¿Cómo habrían sido las Emanaciones de haberlas escrito Abreu en su juventud? Distintas, pero con una viva conexión con estas. Porque la prosa de Juan, su humor, su capacidad para desdeñar lo ampuloso, huir de la pompa y desafiar las convenciones al uso (¡incluso las que vuelven al uso después de haber estado en desuso!), son las de un joven iconoclasta. Ese es su aliento y su ambición. Su prosa juvenil y saltarina con las desganas y las precauciones de un viejo.
Y no hay mejor espacio para ella que este. El diario registra perfectamente el vaivén de un hombre, la escritura movida a merced del ánimo, sin el corsé de la arquitectura de un libro ya previsto, sin la disciplina del plan, la tiranía del proyecto, les chemins de fer que llevan al escritor a cumplir lo trazado en un proyecto de libro. El blog es un espacio distinto. Es escritura continua sin más propósito que la inscripción del ánimo, la filia y la fobia. Mirar al olivo o verle las vergüenzas a un escritor asalariado, contar las lecturas, glosarlas, anotar ideas cogidas al vuelo mientras leemos a los otros, ideas que engrosarán la obra propia. O simplemente calentar la mano antes de escribir otra cosa, como hacen el tejedor o el médico forense. Hacer crujir los dedos, chasquearlos al paso del gato o la ardilla. Salpimentar el potaje y apurar una cucharadita después a ver si espesó lo debido.
Por eso el diario es el perfecto recipiente para inscribir la vida y sus últimos límites: el hastío, la repugnancia y la muerte. Precisamente, Arcadi Espada subrayaba la libertad y la rutina como las dos condiciones primeras e insoslayables de la escritura de Abreu en el prólogo al volumen I de esta edición, el que recoge lo emanado entre 2008 y 2011. Nada cambió en los años que recoge este segundo volumen: la preocupación por la libertad, la propia y la circundante, está en cada nota, declarada o sutilmente, casi siempre a gritos, las más de las veces con humor. Un clamor por la libertad reposado en la lánguida, pero a la vez urgente tiranía de la rutina: el Nulla dies sine linea como divisa. El 7Eleven que habita el diarista.
Buena parte de los afanes de recoger después en libro lo que alguna vez fue escritura cotidiana en un blog se ve condenado al fracaso. ¿Por qué no sucede eso en el caso de las Emanaciones? ¿Por qué recogidas en libro las diarias viñetas escritas online se juntan aquí en la argamasa de un buen libro, en tripa suculenta? Para mí es evidente: por mucho que las emanaciones se ocupen de lo cotidiano, lo circunstancial, lo contingente, su peso es el de la escritura de un hombre, un hombre que se escribe a sí mismo. Luego, cuando lees las emanaciones, lo que estás leyendo es la suerte y el destino de un hombre, la carne misma de la literatura.
Hay algo más en esa manera de operar, en esa esa fábrica en la que el obrero Abreu produce, es decir, emana, a diario. La geografía. La de Emanaciones es una fábrica de escritura en español mirando hacia dos lados de la lengua, hacia su origen y su thelos, dentro de la geografía del español que son Cuba y España. Y el autor es como el espectador de un partido de tenis, que mira sucesiva, espasmódicamente, a ambos lados de la cancha, ora dejándose ganar por el ritmo, ora mirando al suelo o el cielo con desgana ante jugadores con los brazos tan llenos de plomo. Un tedio consustancial a las materias que narra: la Cuba inmóvil y la España contumaz.
Y sobre todo Cuba. En este libro está escrito Juan, pero también está escrita Cuba. Y no «cierta» Cuba, como les gustaría decir a los del lindero y el cartabón. Cuba es también cada Cuba contada con fervor por un hombre a lo largo de sus años. A veces en un hombre hay más constancia que en la Cuba inconstante que narra. En la Cuba que Abreu observa ayudado de un catalejo, porque le queda lejos, pero con la lupa puesta sobre los fragmentos que de allá llegan, como señales casi siempre tumefactas, hasta el pie del olivo en Valldoreix.
Juan Abreu sabe bien que solo se ve bien, que se ve siempre mejor, desde el anti y el contra, el púlpito de la sorna y el desdén, la cátedra del ¡abajo! y el ¡fuera! Y la vida ha sido muy generosa con él: lo situó en la Cuba castrista, primero, en Miami, después, y por último en la España convulsa de estos años convulsos y en la más convulsa de sus regiones: la Cataluña envilecida por el nacionalismo, el etnicismo, la xenofobia. ¡Si ya te digo que es un hombre con suerte! Por eso Cuba y España son los dos pivotes geográficos, ¡no diré sentimentales!, sobre los que bascula Emanaciones. Hoy le toca turno a un castrista habanero y mañana a un xenófobo catalán. Vienen a ser lo mismo en más de un sentido: a ambos los une la incapacidad para vivir con gente distinta. Uno puede hacer cualquier cosa con esas experiencias vividas por Abreu y la mayoría de ellas acabarán dando temple a un hombre. Pero si ese hombre tiene la dicha y el talento de convertirse en un escritor, si arranca al tedio y al desespero la vocación de escribir, ¡eso es tener mucha suerte! Emanar es tener la generosidad de compartirla.
Emanaciones es también un libro del odio. Porque de odiar Abreu sabe. En Cuba lo odiaron lo suficiente como para echarlo. Y él mismo odió lo bastante como para largarse en cuanto pudo. Pero junto al odio hay en este libro, como en la vida que lo sustenta, toneladas de gozo. ¡Y cuánto gozo! El gozo recorre las emanaciones, queda inscrito en ellas, es su gasolina. El olivo y el Chablis, las palomas que vuelan al patio de la casa en Valldoreix, las ardillas que merodean nerviosas en torno a la piscina, los sabrosos embutidos salidos de una matanza y los amigos embutidos en los trajes de baño para celebrar la vida. El disfrute del sexo, de todo el sexo y los sexos todos.
Emanaciones es también un ejemplo magnífico de la escritura como pose. La pose entendida como una postura poco natural, incómoda, forzada: la pose a la que ese mismo mundo fuerza. Ejercer una pose es una necesidad, porque a un mundo demediado, envilecido, ¡pavoroso, dirá Abreu!, se lo enfrenta mejor con una pose bien construida. Comportarse ante él con naturalidad, tomárselo en serio por así decirlo, sería darle carta de naturaleza, aceptarlo. Y a ese mundo no hay que darle un instante de tregua. Emanaciones es, por fin, la cartilla de combates de un duelista. Porque es la vindicación de la necesidad del ejercicio permanente de la esgrima. Día tras día, lance tras lance. Sin pausa, sin desmayo. Porque dar tregua es capitular. Y la literatura y la vida, entendidas a la manera de Juan Abreu, son cualquier cosa menos hurtar el cuerpo, envainar la pluma, callar la boca. De hecho, son exactamente lo contrario.