Jorge Ferrer - 06/01/11
Categoría: Israel | Etiquetas: Memoria
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La vida bajo el universo concentracionario estaba llena de momentos desconcertantes. Todos los sobrevivientes nos han dejado alguno. Tantas veces reacios a concebir la magnitud del horror, esas anécdotas alimentan el estupor que nos asalta ante crónicas armadas masacre a masacre.
Trabajando hoy sobre testimonios de sobrevivientes del campo de exterminio de Ponary, me he tropezado con dos de esas escenas absolutamente delirantes.
Sirvan a modo de regalo de Reyes.
Llega a Ponary un convoy cargado con 2.500 mujeres del gueto de Vilnius. Habían sido escogidas entre las más sanas y hermosas. Se les dijo que iban a ser reasentadas en Kaunas. En realidad, las conducían al borde de zanjas ya abiertas en Ponary.
Y sucede lo que sigue:
Weiss metía prisas a todos. «Deprisa, deprisa», repetía sin cesar. En medio del ajetreo se abrieron de repente las puertas de uno de los vagones (Kozlovski estaba situado junto a ellas precisamente) y una mujer tropezó y cayó al suelo al intentar apearse. A una señal de Weiss, la operación se detuvo en seco. Seguidamente reunió a todos los presentes y les soltó el siguiente discurso: «¿Cómo ha podido ocurrir que una mujer cayera al salir del vagón y no haya encontrado un brazo en el que apoyarse? ¿Dónde diablos está vuestro sentido de la caballerosidad? ¿A dónde ha ido a parar vuestra gentileza con las señoras? ¿Acaso no veis que esta mujer podría ser mañana la madre de un ser humano como cualquiera de nosotros?» Y así sucesivamente. Durante diez minutos enteros Weiss estuvo riñendo a sus hombres por la penosa manera en que se habían comportado con aquella mujer. Cuando le pareció que habían aprendido la lección les hizo una señal para que continuaran. Entonces los guardias condujeron a las mujeres hasta el borde de la zanja y las masacraron a todas, incluida, claro, la desdichada que había resbalado al bajar del vagón.
Tres años después de la masacre de Ponary, los alemanes trasladaron allí a ochenta prisioneros de guerra, muchos de ellos judíos, para exhumar e incinerar los cadáveres enterrados en las fosas comunes. Querían borrar las huellas de las masacres. Uno de los integrantes de esa brigada relata la siguiente escena:
Contábamos en nuestra brigada con un chico de apenas dieciséis años, Benia Vulf. En una ocasión Benia cruzó la carretera por delante de un coche que se desplazaba a gran velocidad y estuvo a punto de ser atropellado. Situado a cierta distancia, aunque siempre atento, el Sturmführer fue testigo del incidente. Fuera de sí, hizo sonar su silbato y ordenó reunir a toda la brigada. Y allí nos vimos de repente, mugrientos y empuñando nuestras palas, asistiendo a la inclemente regañina que se derramaba sobre Benia Vulf: «¡Vaya imperdonable descuido el tuyo!», lo increpó el Sturmführer. «Has estado a punto de perder un brazo por gusto. ¡Imagínate qué desgracia! Peor aún: ¡ese coche podría haberte matado! Y eso habría sido una verdadera tragedia. La vida es un regalo de Dios y nadie tiene derecho a disponer de ella a su antojo. Y menos tú, un chiquillo de apenas 16 años que tiene toda la vida por delante».
Finalizado el responso, se reanudaron los trabajos. Consistían en sacar de la fosa común los cadáveres de las 2.500 mujeres asesinadas, todas ellas completamente desnudas, e incinerarlos en inmensas piras. Los sacaban con garfios que desmembraban los cuerpos, etc. Naturalmente, todos los «empleados» en semejante empresa, incluido el joven Benia, estaban condenados a muerte de antemano.
(Ambos testimonios son traducción (provisional) de Jorge Ferrer)
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Jorge Ferrer - 15/12/10
Categoría: Israel | Etiquetas: Agua corriente
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Oh, sí, perdónenme, se los ruego.
Ya avisé que ando cerrando el año y ello me concentra en lo que me concentra y me desconcentra del resto de asuntos.
Pero, ay, cómo cerrarlo apropiadamente sin mencionar las palabras de Henry Kissinger —flamante Premio Nobel de la Paz— a Richard Nixon hechas públicas hace unos días. Son de 1973, las debemos a la Nixon Presidential Library & Museum y fíjate que entre tanto wikilikeo les hurtaron titulares en la prensa escrita en español.
Estas:
“The emigration of Jews from the Soviet Union is not an objective of American foreign policy. And if they (el regimen soviético) put Jews into gas chambers in the Soviet Union, it is not an American concern. Maybe a humanitarian concern.”
«Maybe» y ni un poquito más de certeza, dijo el tipo. No habían transcurrido ni treinta años desde que el mundo supo qué eran las cámaras de gas y qué el Holocausto.
¿Cómo hacerlo, despedirse del año, digo, sin dedicarle a Kissinger la réplica que merece?
Nada sesuda ni sofisticada, por cierto.
Kissinger, rata, cabrón, ¡el recontracoño de tu madre!
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Jorge Ferrer - 13/12/10
Categoría: Israel | Etiquetas: Libros
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El mes corriente no será uno fácil para el autor de este blog, si alguno lo fue.
Acaba año y se cierran plazos que uno ha firmado y debe atender. Esas atenciones son las que pagan las facturas, y un servidor, ay, no pertenece a la clase ociosa. A finales de cada año, pertenece más bien a la clase estresada…
Comparto pues, y probablemente lo vuelva a hacer en los días que siguen, minucias del trabajo corriente. Así, la traducción de esta carta que recibió un judío berlinés cuando lo enviaban a la muerte en Letonia. Año 1942. De más está decir que llegados a su destino, los destinatarios de estas cartas recibían tiro en la nuca y alojamiento en fosa común.
Repárese en la cortesía que se gastan las dictaduras, esas perras tan bien alimentadas…
Berlín, 4to. Distrito, 11 de enero de 1942
A la atención del Sr. Albert Israel Unger y Sra.
Por disposición de las autoridades, vuestra salida está prevista para el 19 de enero de 1942. Dicha disposición lo abarca a Ud., a su señora y a todos los miembros solteros de su núcleo familiar incluidos en vuestra declaración de bienes.
A mediodía del 17 de enero de 1942 vuestro domicilio será sellado por la autoridad competente. Por lo tanto, a esa hora Usted deberá tener listo para el viaje tanto su equipaje mayor como su equipaje de mano. Usted deberá entregar al funcionario encargado del caso las llaves de vuestro domicilio y, si procede, las de las habitaciones de este. Seguidamente, el funcionario lo acompañará a la comisaría de policía que corresponda a su dirección de residencia, llevando Usted consigo tanto el equipaje mayor como el de mano. El equipaje mayor quedará en la comisaría, desde donde nuestro servicio de equipajes lo llevará en camiones destinados al efecto al punto de concentración sito en el Nº 7/8 de la calle Lowetzov.
Una vez entregado el equipaje mayor en la comisaría, Usted se dirigirá, portando consigo el equipaje de mano, hasta el punto de concentración sito en la sinagoga de la calle Lowetzov (utilice la entrada habilitada en la calle Jagow). Podrá desplazarse hasta allí utilizando los medios habituales de transporte.
Mientras permanezca en el punto de concentración, así como durante el traslado en ferrocarril, vuestra manutención correrá por nuestra cuenta. No obstante, no estaría de más que lleve consigo en su equipaje de mano las provisiones que guarde en casa, especialmente las que le permitan garantizar, al menos, una cena.
Tanto en el punto de concentración como durante el viaje se le prestarán servicios médicos y se le proveerá de alimentos.
En folio anexo encontrará instrucciones adicionales, a modo de recordatorio, que le resultarán de utilidad.
Lo instamos a atender esas instrucciones con el máximo celo y a prepararse para el viaje con serenidad y, a la vez, con responsabilidad.
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