Jorge Ferrer - 12/01/21
Categoría: Bruno, Confinamiento, COVID-19, Crónicas, Días de coronavirus, Letra impresa, Libros, Literatura, Periodismo | Etiquetas: Carlos Manuel Álvarez, Confinamiento, COVID-19, Crónica, Días de coronavirus, El Estornudo, Hypermedia, Joseph Brodsky, Letra impresa, Libros, Periodismo
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Comparto con ustedes algunas páginas de mi libro ‘Días de coronavirus. Un itinerario’ (Editorial Hypermedia, 2020).
Esta selección del libro impreso contiene el prólogo de Carlos Manuel Álvarez, director de El Estornudo, y desde allí, primer editor de estas crónicas del confinamiento con Vasili Grossman, el miedo, M. y mis lecturas, así como la primera de las crónicas, el epílogo que escribí para esta edición y el índice general del libro.
Las comparto como una manera de invitarlos a continuar leyendo este libro escrito, por decirlo con Joseph Brodsky, presencia frecuente en estas páginas, desde el dolor y la razón.

Días de Coronavirus - Avance
‘Días de coronavirus. Un itinerario’, de Jorge Ferrer, está a la venta en todas las Amazon y otras librerías.
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Jorge Ferrer - 21/12/20
Categoría: Confinamiento, COVID-19, Crónicas, Días de coronavirus, Letra impresa, Libros, Literatura, Periodismo | Etiquetas: Crónica, Días de coronavirus, Hypermedia, Letra impresa, Libros, Libros de Jorge Ferrer, Literatura, Periodismo
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Días de coronavirus. Un itinerario (Editorial Hypermedia, 2020) recoge las cuarenta crónicas que Jorge Ferrer publicó en la revista El Estornudo, mientras permanecía confinado en Barcelona en los meses de marzo y abril de 2020. Sometidas después a un profundo proceso de revisión, a las crónicas se les añadió en epílogo y se publican precedidas de un prólogo de Carlos Manuel Álvarez, director de El Estornudo.
Al final de este post, hay enlaces para comprar el libro a un click.
Del libro se ha dicho (síganse los enlaces para acceder a las reseñas completas, donde corresponda):
«Imagino a Ferrer, quien menciona a Messi en estas páginas, como un futbolista virtuoso al que le basta una losa para mostrar su destreza. La esconde, la amarra, la suelta, la trae, la engancha, la filtra en profundidad. “El virus muta y así irá mutando el aliento de estas crónicas, que es la masilla de su estilo. Y mutaré yo mismo”, dice. La cepa de la palabra: esa evolución emocionante es la que viene a continuación».
Carlos Manuel Álvarez
«Durante la crisis del socialismo tardío, Jorge Ferrer siempre supo leer aquella experiencia colectiva como una catástrofe individual. En medio de la crisis del capitalismo tardío, estas crónicas de la pandemia siguen el camino contrario y transforman la reclusión solitaria del confinamiento en un asunto colectivo».
Iván de la Nuez
«El gran logro del libro de Ferrer no consiste en haber convertido la reclusión en algo colectivo sino en lo contrario, en haber convertido el confinamiento en una apoteosis individual; la obsesión de nuestra época por lo colectivo es una de las pestes de nuestra época. Pero. Lo único que brilla y perdura es la luz del individuo la feroz determinación de ser solo, y esa luz y esa determinación es lo que convierten el libro de Ferrer en un libro único, en un tenaz fervor».
Juan Abreu en Emanaciones
«En sus adictivas crónicas Días de coronavirus (Hypermedia), escribe sobre él y detalla el tiempo en que estuvo confinado en una media habitación, en la Liteini Prospekt de Leningrado. También cuenta el correo que recibe en plena pandemia de una periodista neoyorquina que fue amiga de Brodsky y charlaba con él en su planta baja de Morton Street. Y una vez narrada la epifanía, añade: “El virus te da y el virus te quita”».
Joana Bonet en La Vanguardia
«En este páramo de obviedades se agradece el libro de Jorge Ferrer. En primer lugar, porque está muy bien escrito. Y en segundo lugar, porque el punto de vista no puede ser más trascendente y sugerente. Por un lado, el bueno de Jorge es un hipocondríaco total: le da miedo contagiarse hasta de su sombra o hasta de su perro Bruno cuando lo saca a pasear. Por otro lado, en tanto que anticastrista y antitotalitario de toda la vida, no deja de ser sensible a las ominosas consecuencias de esta expansión de los poderes claustrofóbicos del Estado y de las catástrofes individuales y colectivas por llegar, lo cual llena sus diarios de una tensión premonitoria».
Anna Grau en “Buenos días, Madrid” en Onda Madrid
«Esta bitácora de Jorge Ferrer es así de traviesa, estimulante, controversial y provocadora. Presupone, eso sí, lectores con cerebro. Y con ganas de usarlo para sacarles el jugo a los libros y a la vida».
Ena Lucía Portela en Hypermedia Magazine
«El mundo ruso que hay detrás de este libro es maravilloso. (…) Estamos ante un libro de poderosa escritura».
Ricardo Cayuela
«Ferrer ha logrado zafar su discurso de esa masa que tiembla entre titulares y reza por una vacuna, para hacer de la tragedia un asunto íntimo, carnal, a veces morboso. No es raro, entonces, que en medio de un capítulo nos demos cuenta de que también somos Jorge, M., o su perro Bruno».
Grethel Delgado en Diario Las Américas
«A diferencia de otras compilaciones semejantes, Días de coronavirus resulta un volumen redondo».
Yaiza Santos en 14ymedio
«Días de coronavirus destila un lirismo sin subrayados, un humanismo enemistado con la grandilocuencia y una fascinación sin atenuantes por la inteligencia y la gran literatura. Un libro importante, uno de los destacados de 2020, un escritor electrizante que parece hablarte a ti solo con la calidez y la confianza de un amigo largamente extrañado».
Julio Valdeón en La Razón
«Jorge Ferrer nos conduce, con prosa afilada, por los bordes desfigurados de esta metástasis a la que asistimos y que padecemos todos, en esta doble condición de pacientes observados y observadores pacientes».
Adriana Normand en Hypermedia Magazine
«El recuento transita entre el humor y la ironía. Se puede imaginar al escritor ante la computadora, el ordenador diría él, desgranando el día, lo que queda por hacer, lo ya hecho. En ese recuento se trasluce lo que sabe, mucho de literatura rusa (está traduciendo fragmentos censurados a Vasili Grossman), lo que quiere; mucho de cocina española y cubana, el desasosiego y la cotidianidad que se vuelve más pesada por el tedio y la rutina».
Anitzel Díaz en La Jornada Semanal
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Jorge Ferrer - 02/05/11
Categoría: Cambios en Cuba, Transición | Etiquetas: En El Nuevo Herald, Letra impresa
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Poscastrismo a golpe de adverbios
Por Jorge Ferrer
Si alguna razón explica mejor que ninguna otra la obscena perdurabilidad del régimen de los hermanos Castro es su capacidad para reinventarse a sí mismo una y otra vez. De la misma manera en que un actor representa en temporadas consecutivas a anciano avaro y a seductor galán, así eso que aún llaman «revolución cubana» ha sabido mutar sobre las tablas a las que se encaramó en enero de 1959 en un alarde histriónico verdaderamente admirable. Dado que el propósito principal de ese desfile de disfraces no ha sido otro que la permanencia de una misma claque en el poder, el éxito está a la vista.
El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) estaba llamado a ser la consagración de una de esas esporádicas operaciones quirúrgicas que maquillan el rostro del régimen. Una muy especial, porque ante el forzado retiro de Fidel Castro y su paulatino desvanecimiento, sus herederos en el poder se vieron ante la necesidad de la más perentoria de las mutaciones.
La apuesta era tan alta que requería arriesgar idea mayúscula. Ya no valían viejas operaciones como la recuperación de José Martí y la clave autóctona para deslindarse del socialismo que caía en la Europa del Este o la llamada “rectificación de errores” que creara ilusión de enmienda de las élites. La palabra “cambio”, en alebrestado plural, era esta vez el mantra. “Cambios en Cuba”, la promesa; “lineamientos”, el nuevo catálogo de sustos. Ejército de adverbios, la pragmática: Raúl ha echado mano estos últimos años al “poco a poco”, al “todavía” que anuncia un “ya” más o menos distante, siempre retrasando la llegada de una Cuba que anuncian con escaso entusiasmo y menos convicción.
A lo largo de los últimos cuatro años hemos visto cómo el régimen, obligado a responder con hechos a las expectativas creadas, añadía nuevos trazos al paisaje. Cambios, deslizamientos más o menos apreciables y algunos de veras notables. Con todo, la retórica del socialismo a salvar y perpetuar –la contumacia en concebir como irreversible un sistema que no les ha servido ni para producir chubasqueros reversibles– sigue en pie, como lo estará hasta el hundimiento. Alexei Yurchak, profesor en la Universidad de California, Berkeley, ha estudiado los discursos de los jóvenes soviéticos en el socialismo tardío y encontrado cómo vivían en un régimen que percibían como inmutable hasta que un buen día colapsó de repente sin que ese súbito fin los tomara por sorpresa. “Todo era para siempre, hasta el día en que se acabó”, titula su libro. Una expresión que podría servir como un guante a una mano a la situación cubana, donde una jerarquía jurásica es incapaz de renovarse y se muestra reacia a contender con las ideas que otra generación podría hacer irrumpir en el discurso político de la isla con ímpetu de elefante en cacharrería.
En ese teatro a punto de echar el cierre, ahora la incógnita es si esa retórica de adverbios que dibujan tiempo de posposición basta a los gobernados y, sobre todo, si los espacios ganados con las reformas incipientes se convertirán en plataformas desde las que exigir y negociar una liberalización más amplia que ponga en peligro la transición hacia el poscastrismo que esa misma elite y sus vástagos buscan controlar a placer.
Con motivo de la reciente inauguración del Museo Napoleónico de La Habana, Raúl Castro donó el último reloj que perteneció a Napoleón Bonaparte, una pieza que guardaba desde su noche de bodas. Entretanto, su hermano Fidel no cesa de hablar del fin del mundo. Son dos hombres que se creen dueños del tiempo y parecen haber abandonado toda prisa. Tal vez han olvidado que la historia la han hecho siempre unos tipos cuyos nombres nunca supimos hasta que asomaron de entre el silencio. Todos esos nombres están ya allí y algunos asistieron al Congreso del Partido Comunista. Son hombres y mujeres que, a la sombra de dos dictadores, se guardan sus relojes para dar la hora precisa en lugar de donarlos para solaz de nostálgicos de un emperador. Los verdaderos amos del tiempo no saben de nostalgias.
El artículo Poscastrismo a golpe de adverbios apareció publicado en la edición del domingo 1 de mayo de 2011 en el diario El Nuevo Herald.
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