Jorge Ferrer - 14/08/22
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La columna “Los lametones del Kremlin” de Jorge Ferrer fue publicada en el diario El Mundo el 14 de octubre de 2021.
El original se puede leer aquí.

Los lametones del Kremlin
Por Jorge Ferrer
La penúltima ocasión en la que un ruso recibió el Premio Nobel de la Paz fue en 1990. Se llamaba Mijail Gorbachov y era sólo ruso a medias, porque era también soviético. No cualquier soviético, por cierto, porque era uno que había puesto fin a una guerra, aun si fría, y parecía haberle bajado la persiana a un siglo. Tampoco fue un soviético cualquiera el único otro ruso que recibió ese galardón. De hecho, el físico, opositor y referente moral Andrei Sajarov, cuyo nombre lleva otro premio, a la Libertad de Conciencia, que concede el Parlamento Europeo desde 1988, practicó una de las maneras más elegantes de ser un ciudadano soviético, que era ser antisoviético.
Treinta y un años más tarde, el pasado viernes, el periodista Dimitri Muratov se convirtió en el primer ruso a secas que recibe el Premio Nobel de la Paz. Le fue concedido junto a la periodista filipina Maria Ressa, cuyo medio digital, Rappler, es un muro de resistencia a la vulgaridad autoritaria de Rodrigo Duterte.
En Moscú, en Crimea, en Chechenia y en el este insurgente de Ucrania, Muratov se las ve con otra vulgaridad y el Comité noruego ha hecho bien en reunir dos casos que se parecen como dos gotas de agua, el agua sucia de estos tiempos en los que el periodismo es acosado, a un tiempo y en muchas esquinas del mundo, por la precariedad, el poder autoritario del Estado y el desprecio por la verdad y la libertad.
No obstante, la concesión a Dimitri Muratov de un galardón tan significativo como codiciado ha tenido una recepción dispar en Rusia. Y no, no se trata de la disparidad prevista en un terreno político convencional, donde un acto político de esta envergadura encontraría la alabanza de los propios y el reproche desdeñoso de los ajenos. Nada es convencional en el poscomunismo ruso, un campo minado donde patriotismo rima con anexión, la de Crimea, y el liberalismo democratizador es tildado, como en la Rusia zarista, de rusofobia.
De modo que, si bien la mayor parte de la oposición al putinismo, un magma dostoievskiano que se mueve entre el nihilismo y la exhortación, saludó el premio al periodista y editor, algunos deploraron que no fuera Alexei Navalny el que se llevara un reconocimiento que creían tenía concedido de antemano. Navalny, el opositor más célebre al Kremlin, lleva preso desde el 17 de enero pasado, cuando volvió a Rusia desde Alemania, donde le salvaron la vida después de haber sido intoxicado con el agente nervioso novichok y nada parece indicar que vuelva a tomarse un helado por las calles de Moscú en los próximos años.
Paralelamente, y en un movimiento algo desconcertante, Dimitri Peskov, el portavoz del Kremlin, felicitó a Dimitri Muratov por la concesión del premio con elogios de las que antaño se dedicaban a los camaradas: «Es alguien que trabaja de manera consecuente persiguiendo sus ideales, y a ellos se debe. Es un hombre de talento, un hombre valiente», dijo. Sus palabras, construidas con esa espléndida mezcla de cinismo y cálculo que es propia de uno de los hombres fuertes del entorno de Vladimir Putin, enturbiaron el ambiente.
La ofensiva del Kremlin contra la oposición y la prensa independiente ha sido feroz en el último año. Desde el mes de abril pasado, sesenta y ocho periodistas y medios de comunicación han engrosado la lista de «agentes extranjeros» que alimenta el Ministerio de Justicia ruso en una estrategia eficaz de llevar a esos medios al cierre y conducir a los periodistas críticos al silencio o el exilio. Novaya Gazeta, el semanario que dirige el premiado Muratov, no ha entrado en ese registro y el Kremlin felicita a su redactor jefe por el reconocimiento que ha merecido en Occidente su independencia. El mensaje que manda el poder de Moscú no puede ser más claro: aquí hay prensa independiente, hay periodistas que ejercen el oficio de acuerdo a sus ideales y el Kremlin los tolera y hasta los felicita. Esto sucede, además, a pocas semanas de que Muratov escribiera una columna en la que criticaba la estrategia del «voto inteligente» propugnada desde prisión por Alexei Navalny, en un gesto que muchos opositores no entendieron y repudiaron.
Es difícil saber cuánto molesta el sabor de la fruta envenenada del elogio gubernamental a Dimitri Muratov, que ha visto morir a seis de sus colaboradores en estos años. A Anna Politkovskaya, por ejemplo, asesinada a tiros en el portal de su casa. Más importante aun es saber cómo gravitará ese premio en el porvenir inmediato del ejercicio del periodismo en la Rusia postcomunista. Los regímenes autoritarios como el ruso, que en estos menesteres cuenta con un pedigrí insuperable, lo pudren todo y a todos buscan pudrir con la saña de su acoso y la saliva ponzoñosa de sus lametones. No iba a librarse de ninguna de esas molestias el tercer Nobel de la Paz nacido en el país que se ufanaba de ocupar la sexta parte de la tierra firme del planeta.
- Jorge Ferrer es escritor.
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Jorge Ferrer - 12/01/21
Categoría: Bruno, Confinamiento, COVID-19, Crónicas, Días de coronavirus, Letra impresa, Libros, Literatura, Periodismo | Etiquetas: Carlos Manuel Álvarez, Confinamiento, COVID-19, Crónica, Días de coronavirus, El Estornudo, Hypermedia, Joseph Brodsky, Letra impresa, Libros, Periodismo
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Comparto con ustedes algunas páginas de mi libro ‘Días de coronavirus. Un itinerario’ (Editorial Hypermedia, 2020).
Esta selección del libro impreso contiene el prólogo de Carlos Manuel Álvarez, director de El Estornudo, y desde allí, primer editor de estas crónicas del confinamiento con Vasili Grossman, el miedo, M. y mis lecturas, así como la primera de las crónicas, el epílogo que escribí para esta edición y el índice general del libro.
Las comparto como una manera de invitarlos a continuar leyendo este libro escrito, por decirlo con Joseph Brodsky, presencia frecuente en estas páginas, desde el dolor y la razón.

Días de Coronavirus - Avance
‘Días de coronavirus. Un itinerario’, de Jorge Ferrer, está a la venta en todas las Amazon y otras librerías.
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Jorge Ferrer - 21/12/20
Categoría: Confinamiento, COVID-19, Crónicas, Días de coronavirus, Letra impresa, Libros, Literatura, Periodismo | Etiquetas: Crónica, Días de coronavirus, Hypermedia, Letra impresa, Libros, Libros de Jorge Ferrer, Literatura, Periodismo
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Días de coronavirus. Un itinerario (Editorial Hypermedia, 2020) recoge las cuarenta crónicas que Jorge Ferrer publicó en la revista El Estornudo, mientras permanecía confinado en Barcelona en los meses de marzo y abril de 2020. Sometidas después a un profundo proceso de revisión, a las crónicas se les añadió en epílogo y se publican precedidas de un prólogo de Carlos Manuel Álvarez, director de El Estornudo.
Al final de este post, hay enlaces para comprar el libro a un click.
Del libro se ha dicho (síganse los enlaces para acceder a las reseñas completas, donde corresponda):
«Imagino a Ferrer, quien menciona a Messi en estas páginas, como un futbolista virtuoso al que le basta una losa para mostrar su destreza. La esconde, la amarra, la suelta, la trae, la engancha, la filtra en profundidad. “El virus muta y así irá mutando el aliento de estas crónicas, que es la masilla de su estilo. Y mutaré yo mismo”, dice. La cepa de la palabra: esa evolución emocionante es la que viene a continuación».
Carlos Manuel Álvarez
«Durante la crisis del socialismo tardío, Jorge Ferrer siempre supo leer aquella experiencia colectiva como una catástrofe individual. En medio de la crisis del capitalismo tardío, estas crónicas de la pandemia siguen el camino contrario y transforman la reclusión solitaria del confinamiento en un asunto colectivo».
Iván de la Nuez
«El gran logro del libro de Ferrer no consiste en haber convertido la reclusión en algo colectivo sino en lo contrario, en haber convertido el confinamiento en una apoteosis individual; la obsesión de nuestra época por lo colectivo es una de las pestes de nuestra época. Pero. Lo único que brilla y perdura es la luz del individuo la feroz determinación de ser solo, y esa luz y esa determinación es lo que convierten el libro de Ferrer en un libro único, en un tenaz fervor».
Juan Abreu en Emanaciones
«En sus adictivas crónicas Días de coronavirus (Hypermedia), escribe sobre él y detalla el tiempo en que estuvo confinado en una media habitación, en la Liteini Prospekt de Leningrado. También cuenta el correo que recibe en plena pandemia de una periodista neoyorquina que fue amiga de Brodsky y charlaba con él en su planta baja de Morton Street. Y una vez narrada la epifanía, añade: “El virus te da y el virus te quita”».
Joana Bonet en La Vanguardia
«En este páramo de obviedades se agradece el libro de Jorge Ferrer. En primer lugar, porque está muy bien escrito. Y en segundo lugar, porque el punto de vista no puede ser más trascendente y sugerente. Por un lado, el bueno de Jorge es un hipocondríaco total: le da miedo contagiarse hasta de su sombra o hasta de su perro Bruno cuando lo saca a pasear. Por otro lado, en tanto que anticastrista y antitotalitario de toda la vida, no deja de ser sensible a las ominosas consecuencias de esta expansión de los poderes claustrofóbicos del Estado y de las catástrofes individuales y colectivas por llegar, lo cual llena sus diarios de una tensión premonitoria».
Anna Grau en “Buenos días, Madrid” en Onda Madrid
«Esta bitácora de Jorge Ferrer es así de traviesa, estimulante, controversial y provocadora. Presupone, eso sí, lectores con cerebro. Y con ganas de usarlo para sacarles el jugo a los libros y a la vida».
Ena Lucía Portela en Hypermedia Magazine
«El mundo ruso que hay detrás de este libro es maravilloso. (…) Estamos ante un libro de poderosa escritura».
Ricardo Cayuela
«Ferrer ha logrado zafar su discurso de esa masa que tiembla entre titulares y reza por una vacuna, para hacer de la tragedia un asunto íntimo, carnal, a veces morboso. No es raro, entonces, que en medio de un capítulo nos demos cuenta de que también somos Jorge, M., o su perro Bruno».
Grethel Delgado en Diario Las Américas
«A diferencia de otras compilaciones semejantes, Días de coronavirus resulta un volumen redondo».
Yaiza Santos en 14ymedio
«Días de coronavirus destila un lirismo sin subrayados, un humanismo enemistado con la grandilocuencia y una fascinación sin atenuantes por la inteligencia y la gran literatura. Un libro importante, uno de los destacados de 2020, un escritor electrizante que parece hablarte a ti solo con la calidez y la confianza de un amigo largamente extrañado».
Julio Valdeón en La Razón
«Jorge Ferrer nos conduce, con prosa afilada, por los bordes desfigurados de esta metástasis a la que asistimos y que padecemos todos, en esta doble condición de pacientes observados y observadores pacientes».
Adriana Normand en Hypermedia Magazine
«El recuento transita entre el humor y la ironía. Se puede imaginar al escritor ante la computadora, el ordenador diría él, desgranando el día, lo que queda por hacer, lo ya hecho. En ese recuento se trasluce lo que sabe, mucho de literatura rusa (está traduciendo fragmentos censurados a Vasili Grossman), lo que quiere; mucho de cocina española y cubana, el desasosiego y la cotidianidad que se vuelve más pesada por el tedio y la rutina».
Anitzel Díaz en La Jornada Semanal
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